viernes, 24 de junio de 2011

Decime una cosa, pueblo, ¿a vos qué te parece?

Al presidente le preguntan qué piensa sobre el megaproyecto minero de Aratirí (que, en realidad, es Zamin Ferreous, una empresa de capitales indios, que, en realidad, es anglosuiza), el presidente mira las cifras y le gusta.

Tres mil millones de dólares invertidos, 1.500 puestos de trabajo directo “estables” y hasta 15.000 de forma indirecta (siempre según la empresa). El impacto ambiental estaría reducido al mínimo posible y los daños generados no serían significativos. La tecnología utilizada por una empresa que tiene cero experiencia en la extracción minera sería, además, de última generación. Por si fuera poco, el gobierno anuncia que los impuestos que deberá pagar por la extracción del hierro se multiplicarán y parte de lo extraído deberá quedar en el país para impulsar la industria local.

Comienzan las dudas. Los informes de impacto ambiental presentados por la empresa no son del todo satisfactorios hasta el momento, parte de la oposición política alza su voz contra el megaproyecto y dentro del oficialismo se escuchan reparos a la propuesta. La gente en la calle se empieza a preguntar si esto de Aratirí es tan fantástico, y el presidente, que tiene olfato de sobra, cambia de estrategia.

Le preguntan al presidente si va a dar luz verde al megaproyecto y el presidente asegura que quien tomará la decisión será el pueblo. Aparece en escena el referéndum consultivo. Muchos quedan fuera de juego, otros rápidamente ponen el grito en el cielo. Y nosotros escuchamos de todo.

“La gente tiene demasiados problemas con llegar a fin de mes, educación, salud, inseguridad, como para preocuparse por esto", "a los gobernantes nos pagan para gobernar", "es un tema muy técnico que la población en general no podría entender", "se puede asustar a los inversores", "seríamos como Bolivia y Venezuela", "el presidente no quiere tomar decisiones, se quiere sacar el problema de arriba", etcétera.

La figura de referéndum consultivo, en una inmensa gama de variedades, ya existe hace mucho en el mundo, no es un invento de Mujica y mucho menos de Hugo Chávez. Países con democracias tan sanas como Italia, España, Suecia, Noruega y Reino Unido utilizan esta herramienta. Y lo hacen para consultar sobre temas tan personales como la eutanasia y el aborto y sobre temas tan técnicos como el uso de energía nuclear o el ingreso a la Comunidad Económica Europea.

Si la información está, no deberíamos tener miedo a tomar decisiones de forma directa como pueblo. En un país tan chico y donde somos tan pocos debería hacerse fácilmente y a menudo. Seguro que la democracia saldría fortalecida. Muchos quedamos dolidos por “lo que el pueblo decidió hacer” con la Ley de Caducidad cuando fue consultado, pero estamos seguros de que la decisión hubiera sido otra si no hubiera faltado información.

Si la información está, repito, tal vez sea mejor que todos decidamos si la megaminería a cielo abierto es o no una buena forma de diversificar nuestra matriz productiva o si, por el contrario, pasamos de esta inversión. Si la información está, tal vez sea mejor que, como hicimos en 2004 con el agua, tomemos nosotros una decisión y no se la dejemos a un cuerpo político que, aunque cobra bien, no siempre hace bien su trabajo. Si la información está, permitamos al presidente zafar de una encrucijada que, claramente, ya no puede resolver, y de paso, como quien no quiere la cosa, intentemos hacer un poco más y criticar un poco menos.

jueves, 2 de junio de 2011

La importancia de lagartear en las dunas

Hace pocas horas el presidente de la República, José Mujica, hizo declaraciones desde Cerro Largo, sobre sus planes acerca del futuro de los terrenos que el Estado tiene en la zona de dunas del Cabo Polonio, en la costa del departamento de Rocha.
Lugar de lagarteo
Mujica aseguró que esos terrenos son “arenales” que “no sirven para hacer ganadería ni agricultura, solo sirven para lagartear en el verano”. Por eso, “hay que rematarlos en pedazos”, dijo, para luego asegurar que “valen pila” y que se van a privatizar.

Auguró que a esos terrenos “van a venir turistas” a “poner ladrillos” y que pagarán caro, “porque tienen lana”. Con esa “lana” el presidente planea comprar terrenos que sí sirvan para la ganadería y la agricultura y que pasarán a manos del Instituto Nacional de Colonización.

El mandatario también se quejó de que haya algunos que estén sacando provecho económico de estas tierras de todos y que “el Estado no ve un cobre y la intendencia no ve un cobre”. Además, aseguró que una vez instalados los turistas, “los obreros de la zona” podrán “cuidar los jardincitos, arreglar las casas” y así “ir viviendo”.

La forma irónica y acalorada con que el presidente se refirió al tema, el descuido con que lo hizo y los gestos que le dedicó a “un movimiento ecologista” merecen comentarios aparte. Sin embargo, si solo ponemos atención en la reflexión de Mujica y sus planes para estos terrenos que forman parte del Parque Nacional de Cabo Polonio (área protegida) podemos ver que el planteo hace agua por donde se lo mire.

Por un lado, Mujica afirma que la tierra en cuestión no sirve para la ganadería ni para la agricultura, por lo que no sirve para que familias de colonos produzcan. Eso no hace que las tierras no sirvan para nada. Por algo tienen el valor que tienen, por algo el presidente supone que “valen pila” y dice que quienes “tienen lana” estarán interesados en instalarse allí. Las tierras en cuestión tienen un altísimo valor ecológico, histórico y, sobre todo, social. No todo es dinero.

Pero de valores ecológicos, históricos y sociales no comen los colonos, podría decir, con razón, nuestro mandatario. Lo que necesitan los colonos son tierras productivas para ganado o para agricultura y hay que asegurárselas. Esto no debe hacerse destruyendo la biodiversdad y quitándoles un espacio de esparcimiento a los turistas que no tienen tanta “lana”. Las tierras que pretende comprar Mujica deben ser pagadas no por quienes disfrutan de un lugar como las dunas del Polonio, sino por quienes hace años vienen lucrando y ganando millones y millones de dólares a costa de nuestra tierra y que son también los principales responsables de que las familias de productores rurales se hayan quedado sin tierras. Me refiero, por ejemplo, y sobre todo, a quienes concentran un millón de hectáreas para plantar soja, “pools de siembra” extranjeros y nacionales que gozan de beneficios impositivos que la administración Mujica les brinda y que, sin embargo, se llevan millones y millones de dólares a sus arcas. No se trata de “asustar a los posibles inversores”, se trata de poner sobre la mesa qué tipo de inversores queremos. La plata para comprar tierras para las familias rurales está allí, pasando por las narices del gobierno.

Otro punto a rescatar es que la idea de que “los que tengan plata vengan y construyan” en estos terrenos es sinónimo de burlar varias normativas relacionadas al Sistema Nacional de Áreas Protegidas y al Ordenamiento Territorial. Estas construcciones, que pueden no ser un hotel cinco estrellas sino un simple barrio privado y residencial para ricos de Brasil y Argentina, no soportarían ni por un segundo un estudio de impacto ambiental. Espero que no suceda lo mismo que acontece en la Laguna Garzón, donde de forma sospechosa y acatando poderosos intereses económicos de la vecina orilla se le dio luz verde a un proyecto para levantar un barrio residencial en una zona con una delicada biodiversidad. Estos ejemplos son los que no nos permiten creer en que esta administración pueda garantizar que no habrá daño sustancial en la biodiversidad.

Por último, retomo un concepto ya compartido hace instantes: no todo es dinero. Las dunas de Cabo Polonio, como muchos otros puntos del país, son un lugar para que muchos uruguayos y extranjeros puedan “lagartear”. Hoy no hay que ser rico para “lagartear” en este lugar, aunque lamentablemente no todos los uruguayos pueden hacerlo. Tal vez el gobierno se debería preocupar de que todos conozcan este hermoso lugar para “lagartear”, que tanto significa para sus habitantes y para los que a menudo a él concurren. Porque no todo es hacer plata, no todo es vender, no hay que estar en la maquinita todo el día pensando en ver cómo rasco un peso más a cualquier precio, cuando los verdaderos millones pasan por otro lado. La recreación, el turismo, el ocio, son necesidades del ser humano contemporáneo, por no hablar de lo necesario que se torna hoy por hoy la conservación de la biodiversidad.

Yo confío en que si el presidente no estuviera tan ocupado pensando en mil maneras para hacer de éste un país mejor, y tuviera unos días libres para “lagartear” en el Polonio, se daría cuenta rápidamente de que sus palabras no fueron más que un error de alguien que tal vez esté un poco sobregirado.