lunes, 15 de octubre de 2012

Que bueno que viniste (Pegale a Cristina y te devolvemos el IVA)



Nos encanta hablar mal de los argentinos. Hay cierto morbo al respecto. Nos encanta hablar mal de la televisión argentina, de la forma de hablar de los porteños, de su forma de vida, y de lo malos que son sus gobiernos. Claro que consumimos su televisión, claro que usamos muchísmas palabras inventadas en la otra orilla, claro que recelamos de algunas costumbres de aquel lado del Río de la Plata y claro que también nos quejamos de nuestros propios gobiernos.

 La visión que tenemos de Argentina está sumamente enfocada en Buenos Aires, y no en toda esa inmensa ciudad que tiene cinco veces más habitantes que todo nuestro país entero. La visión que tenemos de Argentina es muchas más veces crítica destructiva que crítica constructiva. Nos gusta que al lado haya caos, para sentirnos bien con nuestra quieta comodidad.

Pero en los últimos meses, me han llamado mucho la atención algunas situaciones que señalan que el Uruguay, como país, ha quedado rehén de un enfrentamiento cruzado del cual hemos escuchado hablar, pero que no nos interesa demasiado: el choque de poderes entre el gobierno argentino (y quienes lo apoyan) y una porción importante de los medios de comunicación argentinos (y quienes los utilizan).

Lo primero que me llamó la atención es la maravillosa imagen que ciertos sectores argentinos tienen de nuestro presidente José Mujica. Un presidente "simple", "honesto", "centrado", "humilde". No voy a poner en duda ninguna de esas adjetivaciones. Pero me preocupa cuando las afirma un periodista de TN, o un argentino de la clase acomodada porteña que viene a veranear a su chacra en la costa de Maldonado. Hay grandes chaces de que ninguno de los dos lo hubieran votado de haber tenido que hacerlo.

Luego, me llamó la atención una editorial publicada hace pocos días en el diario La Nación, uno de los de mayor tirada en la República Argentina y un fuerte opositor de la Casa Rosada. La editorial se llamaba "Uruguay, campeón de la clase media" y relataba la visión de un supuesto serio periodista tras una visita fugaz en nuestro país.

Allí se mencionan varias buenas acciones realizadas por algunos uruguayos, se habla de lo maravillosas que son las rutas (curiosamente hace referencia a las rutas que unen Colonia-Montevideo-Maldonado) y lo bien señalizadas que están (aunque el autor se pierde dos veces en las mismas).

También se describe a la rambla de Montevideo y se asegura: "en la vía pública, ni un papel, ni un cartón, ni un cajón descartado. Todo limpio". "En las veredas ni una baldosa rota. Frente al horizonte del río-mar, un banco cada veinte metros, sólido y cómodo, que no está pintarrajeado ni saqueado por vándalos", describe el editorialista para finalizar diciendo que somos "un país que es enteramente clase media (más pobres o más ricos, razonan todos del mismo modo)".

Al principio me dan un poco de risa las palabras del periodista, que demuestra ser un terrible observador. Pero luego vuelve la desconfianza y más tarde me pregunto por el porqué de tantas (¿cómo usar otra palabra?) mentiras.

La única conclusión que puedo sacar es que tanto en el caso de Mujica, como en el de esta increíble editorial de La Nación, solamente se está utilizando a nuestro gobierno y a nuestro país para desacreditar al enemigo: la Casa Rosada.

Parece que ciertos medios y sectores argentinos se esfuerzan en proclamar: "Vean argentinos que fantástico es Uruguay, que genial y humilde es su presidente. ¡Qué bien que están los uruguayos!". ¿Por qué?

Entre medidas proteccionistas sumamente dañinas para el Uruguay y hermosas (pero falsas) alabanzas sobre lo divinos que somos los uruguayos, podemos marearnos y terminar participando en una guerra que no es la nuestra, y aún más, defendiendo la trinchera equivocada.