miércoles, 27 de febrero de 2013

Lo que nos une y nos separa - Parte IV


    4. Medios


Los medios de comunicación tradicional deben repensarse. Una afirmación algo vaga, que debemos desarrollar en las líneas que siguen.

En países como Uruguay, los medios de comunicación tradicional son una poderosa herramienta de construcción de opinión y de realidad. Lo vi en la tele, lo escuché en la radio y lo leí en el diario son sentencias que definen la veracidad de un hecho, o al menos, así lo fueron durante demasiados años. Si lo vi en el informativo de la televisión, pasó, si no lo vi ahí, puedo darme el lujo de ponerlo en duda.

Pero los medios de comunicación masiva tienen, o tendrán en un futuro muy cercano, que repensarse, por varios motivos. De lo contrario, pueden desaparecer (no la televisión como medio, sino algún canal de televisión), pues, como empresas que son, dependen de que los números le cierren a fin de mes, y para eso, deben vender un producto más o menos atractivo que capte la atención del consumidor.

¿Por qué motivos deben repensarse hoy los medios de comunicación? Hoy más que nunca antes, se pone en duda la credibilidad de lo que nos dice la TV, la radio y el periódico. Y es una tendencia que parece crecer. Las mismas voces que nos hablaron siempre con autoridad, hoy se ponen en duda. Aquí en Latinoamérica, han ascendido gobiernos, elegidos por la gente, cuya forma de actuar muchas veces irrita, o va contra los intereses de los grandes medios de comunicación, y por ende, de sus dueños, y por ende, de los viejos amigos de la derecha que gobernó después de las dictaduras (y a veces mucho antes también).

Pero no es un asunto político solamente. Si fuera así, no habría duda de que los grandes medios prevalecerían intocables. Junto con esta pérdida de credibilidad, han llegado también nuevas tecnologías que ocupan espacios antes totalmente dominados por los medios tradicionales. Hoy la computadora avanza sobre la televisión de forma lenta pero segura (tan segura que crece el número de televisores inteligentes, más pensados para reproducir contenidos de Internet, que para mirar la televisión tradicional). Hoy los diarios de papel se funden, y se multiplican los portales informativos de Internet. Hoy las FM, con su música que paga para estar de moda, pierden terreno por canales y páginas de Internet que se adaptan al gusto del consumidor. Cuando tenía 14 años, todos mirábamos Verano Eterno en el canal 4, unos años después, todos mirábamos Lost en Cuevana. Las cosas cambian, y los grandes medios, en los hechos, pierden terreno.

Los medios de comunicación tradicional deben repensarse. Mejor aún, nosotros, como consumidores de los medios de comunicación, debemos repensarlos a ellos. La llegada de la televisión digital y el avance de las nuevas tecnologías son una gran posibilidad de hacerlo. Regular, generar pautas, discutir cómo se invierte la publicidad del Estado (el Estado somos todos), aplicar correctamente las normas existentes, abrir la cancha a nuevos actores y garantizarles igualdad de condiciones.   

Los medios de comunicación, que quieran navegar tranquilos por las nuevas aguas, también deberán repensarse. Los diarios, las radios y los canales de televisión de nuestro país se crearon y crecieron sobre una base de periodistas y comunicadores, que podían ser mejores o peores, pero que no tenían por regla “ser profesionales”. Nadie les enseñó nunca a hacerse responsables de la comunicación que llevan adelante. Muchos lo aprendieron al transitar por la profesión, pensando o a los golpes, muchas veces con un gran sentido de lo humano. Pero muchos nunca lo aprendieron, y no tienen la más mínima intención de hacerlo. Y allí están en la pantalla de la televisión, frente a los micrófonos de la radio y llenado páginas en los diarios, decenas, cientos de “periodistas de deporte”, “periodistas de espectáculo”, “periodistas de carnaval”, “periodistas de policiales” y muchos autoproclamados “periodistas y comunicadores” que son, si lo pensamos un poco, simples repetidores de noticias.

Deben repensar el staff de los medios de comunicación, los empresarios dueños de los mismos, pero no es muy probable que lo hagan. Será la última de las prioridades a la hora de hacer esto que he llamado “repensarse”. Lo primero será cambiar y adaptar el modelo de negocio, para asegurar la rentabilidad del mismo. Adaptar los medios a los formatos digitales, cambiar la rutina de los periódicos, cambiar la forma de distribuir los contenidos de radio y de televisión y sobre todo cambiar la forma de hacer y de cobrar la publicidad.         

Mientras los medios se repiensan y nosotros los repensamos, no estaría mal generar la información suficiente para poder tomar las mejores decisiones. 

Lo que nos une y nos separa - Parte III


        3.  Educación


Spoiler Alert: Si usted tiene más de cuarenta años, puede (no necesariamente, pero…) que las siguientes palabras le causen desmedida nostalgia, fuerte rechazo, miedo (sobre todo a lo desconocido) y otras manifestaciones negativas.

El caso de Uruguay, es un caso especial, claro está, porque en este país se le ha dado a cada niño y adolescente una computadora con acceso a Internet, una pequeña cajita llena de posibilidades y amenazas que nuestros niños, y la gran mayoría de los niños del mundo, por las buenas o por las malas, tendrán que aprender a usar.

Esta realidad, única en la región, nos adelanta algunos problemas que debemos abordar y que, tal vez, otros países de la región no se planteen por varios años. La formación y el conocimiento de las nuevas generaciones estarán estrechamente ligados a Internet. Algunos cambios ya pueden notarse: las maestras mandando a buscar información en Wikipedia, las discusiones en bares que se terminan con una simple búsqueda en Google desde algún celular con Internet, las carreras universitarias a distancia que se multiplican en la red, el progresivo abandono del libro cómo fuente de estudio para ser remplazado por videos, textos e imágenes administrados e interconectados en distintas pestañas de nuestro navegador de Internet favorito.

La solución no es milagrosa pero tampoco imposible: educar. Una revisión de los contenidos incluidos en los programas escolares y de educación secundaria es fundamental (podría reclamar una revisión de la educación como sistema, pero estaría desviando demasiado el objetivo de este artículo).

Hagamos el ejercicio de recordar las cosas que nos enseñaron en la escuela y el liceo, las tablas, la fotosíntesis, las frases de Artigas, las Guerras Mundiales, las ecuaciones, la geometría, algún fragmento del Quijote, algunas palabras en inglés y muchísimas cosas más. Cada uno hará su propia evaluación, identificará qué cosas le han servido más y que cosas le han servido nada, qué cosas nos enseñaron a pensar y razonar y que cosas no nos han enseñado demasiado.     

Ahora pensemos que todas esas cosas que nos enseñaron, están ligadas, o están dentro de una pequeña computadora que cada niño carga en su mochila. ¿No se hace clave enseñarle al niño cómo funciona esa computadora y sobre todo cómo encontrar todas esas cosas que nos enseñan, dentro de ella?

Si sabemos que las nuevas generaciones buscarán las respuestas que las saquen de la ignorancia en Google, si sabemos que se relacionarán y comunicarán en Facebook, si sabemos que harán sus compras online y se informarán a través de portales de Internet y frases del Twitter, si sabemos todo esto, ¿por qué no preparamos a las nuevas generaciones para usar estas herramientas? Y cuando digo preparar, no digo enseñarle al gurí a hacerse una cuenta de Facebook, me refiero a enseñarle a compartir y comentar contenidos con responsabilidad y a generar sus propios contenidos, me refiero a aprender como Facebook prioriza y jerarquiza la información, me refiero a aprender a configurar la privacidad de una cuenta y a desarrollar relaciones sanas y justas con las marcas y las empresas que hacen comunicación y publicidad en esta red social.

Lo dicen las frías cifras y lo dice cualquiera que sea medianamente observador, cada vez nos conectamos a Facebook desde más lugares (computadora, teléfono móvil, Tablet), durante más tiempo, más personas. El padre que piensa que cuando el nene está conectado, está “jugando” y se aleja de “la vida real”, tiene que ser consciente que en Facebook hay problemas, hay acosos, hay amores, hay información que llena cabecitas, hay alianzas, hay odios, hay novedades, hay chistes y si bien no hay asados, ya muchos asados se organizan a través de él. O sea, la “vida real” también pasa por Internet.

Aprender a usar y conocer el funcionamiento de las redes sociales se presenta necesario. Más apremiante es sin embargo, ya dejando atrás las coloridas redes sociales que se prestan para (casi) todo, profundizar en el conocimiento del nuevo oráculo que rige nuestras búsquedas y nuestro acceso al conocimiento y que se expande como un antiguo imperio pero de forma virtual y real al mismo tiempo: Google.

Formar ciudadanos que conozcan cabalmente el funcionamiento del motor de búsquedas más importante del mundo (y de los motores de búsqueda en general) se hace esencial, si tomamos en cuenta que cada vez más, nuestro acceso a la información está mediado por Google y que, muchas veces pensamos (con algo de ingenuidad) que se trata de una búsqueda libre, sin filtros ni censuras. 

La forma en que Google nos presenta la información (los resultados de una búsqueda) incluye censuras a ciertos contenidos, jerarquización bajo distintos parámetros, publicidad paga para mostrar distintos resultados y muchísimas otras variables. Tantas variables que se han construido profesiones en torno al manejo del buscador, que capacitan a las personas para hacer que cuando nosotros preguntemos algo al oráculo, nos dé, o nos aproxime a, cierta respuesta.

Educar a niños y adolescentes, enseñarles el funcionamiento de estas herramientas que los acompañarán el resto de su vida, parece ser clave para garantizarle libertades como futuros ciudadanos informados. Un problema, es que a los mismos centros de poder que hoy manejan los grandes medios de comunicación, tampoco les convenga que la gente acceda a este tipo de formación (por algo no se educa a los niños para convivir con los medios de comunicación). Otro problema, es que la gran mayoría de maestros y profesores, y de quienes forman a los maestros y profesores, y de quienes arman los programas que estos maestros y profesores ejecutan, están incluidos en el spoiler alert del comienzo de este artículo, y a esta altura, ya pueden haber dejado de leer, o pueden estar demasiado enojados como para estar de acuerdo. 

jueves, 21 de febrero de 2013

Lo que nos une y nos separa - Parte II


2. Organización



En un mundo en el que nos han llamado súperconectados, hiperconetcados, y nos hablan de máquinas que son extensión de nuestros cuerpos (o viceversa) es fácil creer que el rápido avance de la tecnología y su irrupción en nuestras vidas ha generado una especie de caos de la información o al menos un caos de la comunicación. Sin embargo, no parece ser del todo así.

Sabemos que cuando queremos hablar cara a cara con alguien, debemos ir a buscarlo a su casa o a su trabajo y proponerle la charla en cuestión. Sabemos también como prender, usar y apagar la televisión, la radio y la computadora. También sabemos cómo realizar una llamada telefónica, escribir un mensaje de texto o poner nuestro celular en silencio para no perturbar nuestro sueño, por ejemplo. Hemos perfeccionado nuestra habilidad para mirar sin ver la publicidad que nos rodea en la calle (en ese territorio se desarrolla una muy interesante batalla) y también sabemos cómo leer un diario, un libro o una revista.

Si el párrafo anterior es en su mayor parte verdad, entonces podemos decir que sabemos organizar nuestra comunicación de forma más o menos precisa. También sabemos que en los canales de televisión y en las emisoras de radio hay gerentes de programación y en los diarios hay editores. Sabemos que en los medios hay pautas de publicidad, hay productores ejecutivos y productores periodísticos si así lo requiere el contenido. Hay regulaciones que se cumplen en mayor o menor medida sobre los espacios que la publicidad va tomando en las calles y también en algunos medios. Hay bases de datos, con  números de teléfonos, celulares y con direcciones de correo electrónico. En fin, hay muchas personas que se ocupan día a día a organizar la comunicación de otros y por ende, la información a la que acceden.

Todo el tiempo, personas que no conocemos y que no nos conocen están pautando nuestra forma de comunicarnos y nuestro acceso a la información. Reconocer eso es un paso, desde mi punto de vista, básico para entender el mundo y la forma en que se construye realidad. Da un poco (o mucho) de impotencia, pero tranquilos, no es tan terrible cómo parece en una primera instancia.

Saber cómo se organiza la información en nuestro mundo (esto significa entre otras cosas, cómo se clasifica, cómo se accede, cómo se prioriza y cómo se reparte entre muchas otros detalles) es un elemento fundamental para sentirnos menos impotentes y más libres. Lamentablemente, eso no se enseña en la escuela, pero no nos adelantemos, ya vamos a hablar de educación, ahora volvamos a la organización.

Internet ha puesto, sin querer queriendo, más información a nuestro alcance que la que nunca tuvimos en la historia de la humanidad. Cuando digo “nuestro alcance” nótese que el acceso a Internet libre no es aún una práctica generalizada en el mundo, pero si lo es aquí en Uruguay.

Los dos grandes de internet, Google y Facebook, organizan la información de una forma radicalmente distinta a la de los medios tradicionales, pues apuestan a nuestra participación como usuarios para organizar los contenidos a los que accedemos, cosa que no hacen, obviamente, los medios tradicionales de comunicación (y aquí incluyo a la publicidad en vía pública).

Cada vez más, a la hora de buscar información verídica, a la hora de “saber” algo, lo buscamos en internet (lo googleamos) y cada vez menos lo buscamos en los informativos de la tele, en las enciclopedias en tomos o en las páginas de los diarios. Al parecer, la forma en que se organiza la información y por ende, la forma en que se desarrolla la comunicación en internet, nos da mejores resultados.

Mucha gente no sabe, claro está, que existen personas dedicadas especialmente a posicionar mejor un contenido que otro en los buscadores (sobre todo en Google), que existen otras personas que trabajan duro día a día para que una idea entre en tu red social preferida (sobre todo en Facebook) y que, tras el caos aparente de internet, se esconde cierto orden (subrayo la palabra cierto). Ese orden está pautado por una mezcla de decisiones tomadas por
  •       personas que no conocemos y que no nos conocen (aunque tienen cada vez más una imagen de nosotros como usuarios). Programadores, desarrolladores, SEOs, ingenieros, diseñadores además de todas (o casi todas) las figuras que participan en la organización de contenidos e información en los medios tradicionales.
  •    nosotros mismos, nuestros intereses, nuestras fuentes confiables, nuestra ubicación geográfica, nuestro entorno y nuestros gustos y deseos.

La comunicación es más, la información es más, pero nosotros somos los mismos. No estamos preparados y en muchos casos no nos interesa o nos es imposible organizar toda esa información en la forma en que llega a nuestras vidas. Para hacerlo, la respuesta es una vieja conocida que siempre es convocada por políticos, pensadores y ciudadanos de pie en discursos vacíos, pero que raramente se transforma en un hecho: la educación.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Lo que nos une y nos separa - Parte I


1. Introducción y panorama general.

Estamos más tiempo, más comunicados. Ojo, más es por la cantidad, no dije mejor comunicados. Más, no es, como muchas veces creemos, mejor.

Hasta hace no muchos años, para enterarnos de lo que pasaba en nuestro país y en el mundo, salíamos a la calle a comentar los hechos más relevantes con algún vecino o compañero de trabajo, escuchábamos el informativo preferido de la radio, ojeábamos el diario del día (o al menos los titulares en algún kiosco de paso) y a la noche, nos poníamos frente a la TV a mirar uno o todos los informativos. Tras esa rutina, podíamos considerarnos informados.

Muchos aún en nuestro país y (cada cual con sus variantes) en el mundo, se siguen informando de esta forma, y comunicando de esta forma. Pero las cosas cambian, la tecnología avanza y las formas de comunicarse experimentan en los últimos 15 años cambios drásticos.

Cada sociedad lleva su marcha. Aquí en Uruguay, en los últimos 15 años se instalaron en la vida de muchos (no todos) el correo electrónico, el teléfono celular, el chat, Internet, las redes sociales, los mensajes de texto, los computadores portátiles, los teléfonos con Internet y los televisores con Internet. Seguro podríamos nombrar muchos elementos más, es una lista que sólo pretende ser ilustrativa.

También es importante subrayar la explosión de publicidad no tradicional que se aprieta y crece en las calles de las ciudades, al costado de las rutas y hasta de los caminos rurales y que siempre nos está intentando vender algo (un objeto, un servicio, siempre una idea). Hoy por hoy, es difícil posar los ojos en algo que no sea una marca.

Ahora veamos algunas cifras que aportan seriedad a estas líneas. Más de la mitad de los hogares uruguayos tiene televisión por cable y prácticamente todos tienen radio y TV según el último Censo Nacional1. En lo que respecta a Internet, según el último informe del Grupo Radar2, presentado en 2012, más de la mitad de los uruguayos es usuario y aquí vale subrayar dos puntos clave:
  •        En el grupo etario entre 12 y 39 años, la penetración de Internet, según el informe, ya “alcanzó su máximo posible”.
  •     “Casi la mitad de los usuarios de internet ya tiene una antigüedad como usuario de más de 5 años”.


En cuanto a la penetración de la telefonía celular, es de público conocimiento que en Uruguay hay más celulares que personas (esto quiere decir que cada uno de nosotros, a excepción de los bebés por el momento, de algún anciano que no quiere complicarse la vida y algún autoproclamado antisistema, tiene un aparatito que lo sigue a todos lados y lo mantiene siempre al alcance de los demás). También debemos decir que, cerca de 200 mil uruguayos ya tienen Internet en su celular, y pronto serán muchos más. 

Esta realidad, muy brevemente resumida en los párrafos anteriores (la comunicación siempre está pautada por el espacio) cambia nuestra forma de ver el mundo y sobre todo de sentirlo. Los cambios siempre se dan primero (de hecho siempre se están dando) y luego nosotros debemos sentarnos unos minutos, o unas horas, tranquilos bajo un árbol, frente a un computador o en algún bar, a procesar esos cambios, a darles significado y a intentar reconocer cómo nos afectan.

Este es un pequeño intento. 

Referencias
  1.  http://www.gruporadar.com.uy/01/?p=830
  2.  http://www.ine.gub.uy/censos2011/index.html
Aclaración: esta la primera parte de un artículo de seis partes.