viernes, 8 de marzo de 2013

Lo que nos une y nos separa - Parte V

5). Investigación


La información es el dato. Una sociedad del conocimiento debe tener un acceso total e igualitario al dato. Para ello, la buena comunicación es fundamental, y en esto, como vimos, hoy más que nunca la educación juega un rol central. No nos dejemos engañar, no nos desmotivemos por la aparente falta de resultados.

Vamos hacia una realidad llena de medios de comunicación unipersonales. Todos tenemos, más que nunca antes, la posibilidad de generar, difundir y compartir el conocimiento. Con un costo cero (tan solo un acceso a un computador con Internet) podemos llegar a miles o a millones de personas de forma directa, podemos generar el suficiente impacto para filtrarnos en las noticias de los grandes medios o ponerlos en cuestión con nuestras verdades.

Toda gran posibilidad conlleva una gran responsabilidad. Para esto, la educación de quien hará uso de esa gran posibilidad (que no es más que un sinfín de pequeñas posibilidades) debe ser sólida. Cómo sociedad nos debemos varias charlas, una interesante sería sobre nuestro periodismo, nuestros comunicadores, nuestra academia y, cómo mencioné antes, también sobre Nuestros medios de comunicación.

Debemos organizar la inmensa y borrosa masa de información que hoy nos rodea, con porciones a la luz, otras porciones a la sombra, con espacios ocultos tras otros grandes espacios que se nos presentan justo en nuestra cara, como si no quisieran que viéramos más allá. Para organizar esto hace falta mucha investigación responsable, que la academia, aún no ha realizado. Falta abrir el campo de la comunicación aún más allá, integrar a periodistas con SEOs, a comunicadores sociales con expertos en redes sociales y a éstos con los mejores comunicólogos.

Organizar la información, trazar mapas de la información que les expliquen a los más chicos y a los no tan chicos como es el mundo en el que van a crecer, o al menos cómo puede ser; darle representaciones del mundo que pueden ser tan útiles o más que el viejo planisferio.

No se trata de reunir a los viejos y a los nuevos sabios en un sótano y pedirles que eleven un documento con conclusiones finales, que se transformará súbitamente en un legajo, en un expediente de la burocracia y en un titular fugaz y confuso de alguno de los grandes medios. Se trata de, cómo sociedad, hacernos cargo de nuestra comunicación.

Nos aburrimos de decir y de escuchar que vivimos en La Era de la Información, un título a todas luces equivocado, un poco por la falta de información que prima, otro poco por el acceso desparejo a la misma, y sobre todo, porque la palabra Era hace mucho que dejó de servir para los tiempos que corren. De todas maneras, no podemos dudar que la información juega un rol central en nuestras vidas, para obtenerla (o para obtener la ilusión de que la tenemos), hemos desarrollado un sinfín de dispositivos y de canales. Ahora, es hora de darle un sentido a la información, de acercarla a nuestras metas, a nuestros objetivos, a (si se me permite la cursilería) nuestra felicidad.

Para esto, como sociedad (quiera decir lo que quiera decir “como sociedad”)  podemos educarnos en nuestra relación con la comunicación, con los medios de comunicación y con el acceso a la información. Podemos, y debemos, generar los mecanismos adecuados para garantizar el acceso universal a la información y a la comunicación, de una manera ordenada, evitando las regulaciones autoritarias. La libertad de expresión es tan importante como el derecho que tenemos a acceder a la información, a que no nos mientan, a que tengamos las herramientas para evitar ser engañados. Hay una lesión a la libertad de expresión, no solo cuando se censura un titular de un diario, sino cuando se censura una crítica a ese titular. La responsabilidad corre en ambos sentidos.

Esto, más que una conclusión, para el estimado lector, debe ser un desafío.   

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