miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Necesitamos más historias como éstas?


¿Dos maricas criando un niño? dijo el señor que rondaba los sesenta años desde la cabecera de la mesa familiar. Estamos todos locos, agregó, como cerrando el tema. No mucho tiempo después, su hijo le confesó que era gay y que hace un par de años ya estaba en pareja con otro hombre. Al principio fue la sorpresa, luego razonó en silencio que su hijo iba a ser mucho mejor padre de lo que él mismo podía llegar a ser.


Tal vez, si una encuestadora le hubiera llamado unos días antes, el señor que rondaba los sesenta años, habría dicho que estaba en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo. Por suerte el gobierno no gobierna por encuestas.


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Nos robaron una vez, fue un botija, seguro que era menor. Al INAU entran por una puerta y salen por la otra, eso todo el mundo lo sabe. Además no sólo me robaron a mi. En la televisión vi que también mataron a un pistero y le pegaron a una viejita. Tienen que ir presos, no se puede vivir más de esta manera.

¿Cuántos pensarán así? ¿Cuántos habrán firmado para bajar la edad de imputabilidad? ¿Cuántos van a votar? ¿Qué me importa a mi José? Mejor meterlo en la cárcel. Si, tiene 19 años, era menor cuando cometió un crimen y hoy, aún recluido en el INAU, trabaja, con un empleo bien digno, como otros 160 gurises del programa de Inserción Social y Comunitaria del Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente (SIRPA). Ninguno de ellos volvió a cometer un delito. Pero Analía y Pedro los prefieren presos en COMCAR o el Penal de Libertad, donde les espera un futuro brillante. Lamentablemente hay muchos más uruguayos que quieren eso, porque tienen miedo y con miedo se mueven. Pero una historia como la de José, debería al menos hacerlos pensar.

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¿Ahora vamos a legalizar la droga? Dice la señora con un vaso de whisky en la mano. Estamos todos locos, sentencia. Su hija, de 19 años, igual que José pero con una vida mucho más fácil, con una carrera comenzada en la mejor de las universidades, con todas las comodidades, la observa desde el sillón.



Esa misma tarde, terminó en una boca comprando 25 gramos de marihuana para fumar un porro con sus dos amigas del alma en el parque al sol. Esa era la idea, pero la cosa se puso bien fea en la boca y casi no cuenta el cuento. Haría la denuncia, pero en la comisaría no la iban a recibir muy bien, más bien la tratarían como a una delincuente. Seguro que si su madre supiera su historia, no estaría haciendo esos juicios y se informaría un poquito más sobre la regulación del mercado de la marihuana y sobre los impactos de la marihuana en la salud de su hija. No por ella, sino por su hijita, a la que no quiere que nada malo le pase.



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En Facebook soy amigo de alguien a quien estimo mucho, que tiene una foto de perfil con una panza de embarazada y una manito de un bebé que empuja desde adentro. “Si podes elegir...hacelo. No al aborto” reza la imagen.

Tengo muchas mujeres a mi alrededor que eligieron practicarse un aborto y tuvieron que hacerlo en la clandestinidad. A las mujeres que pasaron por eso, no les puedo pedir nada, pero a los que van a poner su voto junto a Tabaré para sacarle un derecho a alguien, si les puedo pedir que escuchen estas historias, que se pongan en otros zapatos por un rato.
Seguro que si esa amiga de Facebook conociera a una de estas mujeres cambiaría un poco de idea y de foto de perfil.


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Se trata de tener empatía (Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro). Se trata de no ver las cosas desde afuera. Se trata de ganar en derechos y de ser más libres, dando más libertad.

Nadie pretende que el heterosexual se haga homosexual, nadie pretende que la embarazada aborte, que el menor sea tranquilamente un delincuente o que quién no quiera consumir marihuana consuma. Tampoco se trata de que cada cuál haga lo que quiera con la vida de uno y de todos. Se trata de dar oportunidades, para que todos estemos un poco más cerca de la felicidad. Se trata de escuchar historias como éstas.