miércoles, 28 de enero de 2015

¿Qué nos importa Grecia?

Algunos medios conservadores europeos hablan del desembarco del socialismo del siglo XXI predicado por Hugo Chávez en Europa.

Parece un poco mucho. Lo más probable es que, como aquí mismo en Uruguay lo supieron hacer los partidos tradicionales, esos medios estén “asustando” con el cuco del chavismo. Es que los partidos tradicionales europeos, al igual que hace más de diez años le sucedió a los partidos poderosos de América Latina, no saben mucho qué hacer.

Aquí podemos estar pasándola bien, o mejor que antes, en cierto estado de bienestar. Pero allí, en Europa, están en crisis desde hace ya demasiados años. Y las crisis, siempre hacen temblar gobiernos. Primero fueron algunos socialdemócratas. Zapatero perdiendo el poder en España, Gordon Brown en Reino Unido, Prodi en Italia y muchos otros. Llegó la derecha a proponer los ajustes impuestos por una Alemania que mueve y domina a la Unión Europea. Con Sarkozy, en Francia, con Rajoy en la Madre Patria, con una gama de fracasos en Italia que fueron desde el siempre terrible Silvio Berlusconi hasta un grupo de tecnócratas bien duro que poco pudo hacer para sacar al país con forma de bota de la crisis.

Los europeos han probado de todo y en esas pruebas se fueron dando cuenta de que la izquierda vestida de socialdemocracia que hace tantos años se turna en el poder ya no tiene casi nada de izquierda. La prueba más gráfica puede ser la modificación del discurso del autodenominado socialista y presidente de Francia, François Hollande, que llegó al gobierno para plantarle cara a la alemana Merkel y que al día de hoy es casi una marioneta del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (Berlín), con una política intervencionista, militarista y, además, llena de ajustes.

Ante la falta de alternativas y el baño de realidad que siempre viene de regalo con una crisis, los europeos (principalmente los que viven en los países del sur pobre del continente) salen a buscar nuevas alternativas. Las hay de derecha y de izquierda.

En la derecha crecen las soluciones más extremas, los partidos que miran con cariño al nazismo (sí, parece que algunos no aprendieron nada, a pesar de tener la Segunda Guerra Mundial en casa) y con odio a la inmigración. En Francia, el Frente Nacional fue el partido más votado en las últimas euroelecciones. El inglés UKIP multiplicó sus fuerzas en las últimas elecciones locales y, en Grecia, Amanecer Dorado se situó, el domingo, como la tercera fuerza política del país.

Pero no todo es tan terrible. Hay europeos asustados que votan a la ultraderecha, pero también los hay más lúcidos, que miran hacia otros lados en busca de soluciones. Y allí es donde América Latina tiene un rol muy importante que jugar.

Grecia y España, dos de las naciones más afectadas por la crisis económica, política y social, vieron surgir y crecer a agrupaciones que le han prestado buena atención a lo que en nuestro barrio sucedió en los comienzos de este siglo. Saben de las nefastas recetas del FMI y de la fractura social que puede conllevar aplicarlas. Saben también de Hugo Chávez, Lula da Silva y un giro a la izquierda (una izquierda más real, menos lavada que la europea) que hizo que el continente dejara atrás la crisis con procesos en mayor o menor medida inclusivos.

El domingo Grecia dio el primer paso. No solo el partido de izquierda Syriza ganó las elecciones que conforman Parlamento y eligen primer ministro sino que casi alcanza la mayoría absoluta; esto es, un fuerte apoyo popular, que como ya nos ha enseñado América Latina, es indispensable para que las soluciones lleguen.

Este mismo año, con un poco de suerte, una nueva agrupación romperá con el binomio PP-PSOE en España. Se trata de Podemos, un experimento y también una forma de hacer política diferente, con líderes jóvenes y propuestas que llaman la atención.

Tanto en Grecia como en España el factor común parece ser el mismo: no más recortes. La austeridad que piden los organismos multilaterales solo les sirve a los mismos pocos de siempre.

Allí en Europa, el euro, y la integración regional lo hacen todo un tanto más difícil. Escaparse de Alemania sin quedar flotando a la deriva parece una misión casi imposible, pero si se baja la cabeza, las próximas en probar suerte pueden ser las opciones más radicales de la derecha. Grecia será en este caso, la punta de lanza que puede significar (o no) un verdadero cambio en el sistema político del viejo continente.

miércoles, 14 de enero de 2015

París le teme a París

Todas las muertes son condenables. La exclusión genera violencia. Esas son las dos ideas claras que vienen a mi cabeza después del tsunami informativo que partió desde una redacción de una revista francesa bañada en sangre y se esparció con velocidad por todo el globo.


Franceses matando franceses. Terrible. Pero para mí, como dije en el arranque, todas las muertes son condenables. Las de franceses que matan franceses, las de sirios que matan sirios, las de mexicanos que matan mexicanos.

Todos los asesinatos son intentos de acabar con la libertad de expresión. Todos. El del hombre que mata a su mujer en Las Piedras, el de los narcos y el Estado matando jóvenes en México, el de soldados franceses matando iraquíes, el asesinato de niños o reporteros en la franja de Gaza a manos del Estado de Israel, el asesinato de adolescentes noruegos a manos de un joven de la misma nacionalidad. Todos son intentos de acallar al otro. Devastadores intentos. Intentos construidos desde la intolerancia y, sobre todo, desde la exclusión y la violencia.

Creo que mientras no entendamos esto, de nada sirve horrorizarse ante una masacre como la parisina o como tantas otras que no nos muestran. Echarle la culpa a una religión, a la locura o a la “radicalidad” parece entonces demasiado simplista. Generamos exclusión y después no sabemos de dónde vienen las balas. Nuestras sociedades, en Occidente principalmente, generan exclusión y violencia. Excluimos a los árabes en Europa, pero también excluimos a los pobres aquí en América Latina, excluimos a los diferentes en una secundaria estadounidense o escandinava, y esa exclusión genera brotes terribles de violencia. Tenemos que hacernos cargo.

No basta con decir que el mundo árabe es un marido golpeador a quien se lo enfrenta o se evita molestarlo para que nos pegue. Hay que arrancar reconociendo siglos de humillaciones, violaciones, saqueos y violencia pura y dura, de Occidente sobre Medio Oriente, de los autodenominados ilustrados franceses, la elite del colonialismo salvaje (preguntar por Argelia, Mali o Iraq). No es un marido violento, es un monstruo violento, generado en gran parte por los mismos que ahora le temen y le apuntan con el dedo.

No basta tampoco con reducir el asunto a un problema de libertad de expresión. No se trata de una región o religión autoritaria que quiere imponer silencio en el libre mundo occidental. La misma Francia ha atacado a la libertad de expresión a palazos, lo hace Israel cuando bombardea Gaza, lo hace China en el Tibet, lo hace Estados Unidos y sus amigos. Si no pregúntenle a Julian Assange que sigue encerrado en la Embajada de Ecuador en Londres.

Hay que hacerse cargo. Sobre todo aquellos que viven en Estados fuertemente intervencionistas deben hacerse cargo. Pero nosotros desde el pequeño Uruguay también. ¿Por qué salen cuatro millones de franceses a condenar el asesinato de 12 compatriotas y no salen a condenar el asesinato de cientos de niños en Gaza? Las sociedades parecen avalar la violencia ejercida por los ejércitos de sus países fuera de frontera, y además, puertas adentro, se ejerce día a día la discriminación.

Los medios también tienen su cuota, como siempre, porque son reflejo, pero además (y sobre todo) son formadores de opinión. La libertad de expresión debe ser cuidada como el más importante tesoro. Muchas veces (por ejemplo, cuando Charlie Hebdo publica una caricatura de un egipcio siendo asesinado a tiros) los medios generan exclusión, discriminación y en consecuencia, violencia. Aquí lo sabemos muy bien. Todos vimos el tratamiento que se le dio, por poner un ejemplo fresco, al “caso Lola”, y cómo algunos medios se revolcaron en la violencia, la sangre y el dolor ajenos. Yo no creo que lo hagan en honor o defensa de la libertad de expresión. A veces creo que la libertad de expresión les importa un huevo.

Hay quienes dicen que la mayor cantidad de extremistas árabes, de esos que aterran a Europa hoy, están siendo generados en la misma Europa. No es fácil entenderlo, pero vale la pena el intento. Entender por qué a una persona se le pasa por la cabeza que con un arma y muchas balas, terminando con otras vidas, puede solucionar algo, es, desde mi humilde punto de vista, el primer paso certero hacia un mundo menos violento. Nunca justificarlo. Solamente entender qué lo lleva a realizar tal atrocidad. Mientras tanto, la violencia sigue generando violencia y en Europa siguen asomando los partidos de ultraderecha que, lamentablemente, me temo, darán qué hablar.