sábado, 30 de mayo de 2015

El paro como método


Cada vez que un obrero de la construcción muere en un “accidente” de trabajo, el gremio de la construcción, el SUNCA, para por un día. Cada vez que un trabajador del taxi o del ómnibus sufre un hecho de violencia grave los ómnibus y taxis paran de inmediato.

El año pasado una serie de paros de los funcionarios de registros en reclamo de un aumento salarial paralizó miles de operaciones de compraventa. La semana pasada hubo un paro de la educación en reclamo por el 6% del PBI para la educación, el freno al TISA o cualquier acuerdo que permita la privatización, por un sistema de becas para estudiantes del sector público y la defensa del Hospital de Clínicas como hospital universitario público estatal*.

Diferentes problemas y la misma medida: el paro. ¿Sirve para algo? ¿Es válido? ¿Siempre es válido? Que los trabajadores podemos parar es algo obvio. Hemos conquistado ese derecho hace mucho y es un arma invalorable en la defensa del sector trabajador.

De ahí a que cuestionar un paro sea prácticamente una herejía hay un gran trecho. No todo es tan lineal como parece en los discursos públicos. Definir si un paro es justo no debería ser tan fácil. Los he escuchado en la oficina, en casa y en la vereda: si el paro me afecta más (porque me clavé en la parada de ómnibus, porque quiero vender mi auto y no puedo, porque se alarga un día más la obra que tengo en casa, porque no se qué hacer con el nene cuando no tiene escuela), entonces es más injusto, y si me afecta menos, entonces vaya y pase.

Si a esto le sumamos la manija que se da desde ciertos sectores (recuerdo a Gabriel Pereyra desde la tribuna de El Observador llorando porque la empleada de una colega no sabía qué hacer con sus hijos* un día de paro en 2013 o leo el comunicado de un grupo del Frente Amplio que, apelando al melodrama, se pregunta; “¿Cuántos niños se quedan sin comer hoy?”* ), el debate, sobre lo adecuado o no del paro como herramienta en cada caso, se va desfigurando mucho.

A esto sumémosle un paro como el de la semana pasada, en el que las “razones” para tomar esta “medida de lucha” son tantas como ingredientes en una receta. Algunos nos pueden gustar y otros nos dejan un gusto raro. Esconder una serie de reclamos variopintos detrás del histórico 6% para la educación es al menos un recurso bajo.

¿Qué tan de acuerdo estamos los uruguayos con que se dedique 6% del PBI como mínimo a la educación? No lo sé con exactitud, pero me animo a decir que hay un amplio consenso y que si se tocan los resortes correctos podríamos salir todos a la calle a defender ese piso para la educación de todos.

¿Qué tan de acuerdo estamos con que se frene el TISA? ¿Qué tanto apoyamos un sistema de becas para estudiantes del sector público? ¿Qué tanto nos copa la idea de que el Hospital de Clínicas siga siendo un “hospital universitario público estatal”? La respuesta es fácil: no tenemos ni puta idea.

Los gremios de la educación actúan de maneras diversas y no pueden ser interpelados como una masa uniforme. Sin embargo, en común tienen que desde hace años están fallando sistemáticamente en la comunicación, la convocatoria y la concientización de sus problemas.

La llegada del Frente Amplio al poder en 2005 parece haber debilitado más que fortalecido las demandas de los trabajadores organizados de la educación. Los paros, como el del miércoles, asoman como medidas descolgadas de la realidad. No porque “cuántos-niños-se-quedan-sin-comer-hoy”, sino porque se discute mucho más sobre lo correcto o incorrecto de la medida que sobre los reclamos que la impulsan.

Ahí la falla, lamento decirlo, es toda de los gremios de la educación, que aparecen carentes de ideas y desconectados del resto de la “clase trabajadora”. Un poco de imaginación, a la hora de la lucha, siempre se aprecia.

martes, 5 de mayo de 2015

Salto: crónica de una muerte anunciada


Hubo una vez un departamento que tenía el potencial para ser uno de los más ricos del paisito.


Ese departamento fue históricamente gobernado por el Partido Colorado, como el resto del país, pero en 2005, siguiendo lo que pasaba en Uruguay, optó por el proyecto político encarnado en el Frente Amplio.

En 2010, a contramano del resto, optó por volver al redil del Partido Colorado, que esta vez llevaba como candidato a una figura joven, que se autopromovía como “la nueva opción”, como “la nueva forma de hacer política”. Esta figura era Germán Coutinho, persona vinculada a los medios locales como periodista deportivo, que había creado una fuerza nueva a partir de la derrota de 2005, de riñón bordaberrista, denominada Vamos Salto.

Coutinho era la mano derecha de Pedro Bordaberry, era su caudillo en el norte del país y ya se iba configurando como el heredero natural del líder de Vamos Uruguay.

Y así arrancó su gestión, con el viento en la camiseta de haberle arrebatado Salto al Frente Amplio, presentando ese logro como algo épico. Además, contaba con la complicidad de los medios masivos salteños, amplificando al por mayor sus “virtudes” como político y gestor. Es así que armó un “gobierno multipartidario”, integrado por figuras del Partido Nacional y Partido Independiente, y figuras medias del propio Frente Amplio, éstos sin el más mínimo respaldo partidario; fueron apareciendo encuestas que lo mostraban con 75% de aprobación, “premios” que nombraban a la Intendencia de Salto como la mejor del país. Y fue tal el viento en la camiseta que agarró viaje como acompañante de Bordaberry en la fórmula colorada a la Presidencia de la República para las elecciones de octubre de 2014, más allá de las denuncias realizadas por la oposición frenteamplista sobre graves irregularidades en el manejo financiero y laboral de la intendencia, además de la carencia total de políticas de juventud, cultura, vivienda (la única política de vivienda fue repartir cortes de rancho), clientelismo político a ultranza, la “compra” de periodistas para que hablaran loas de su gobierno, persecución política a los funcionarios municipales, entre muchas otras cosas.

Más allá de todo esto, “el líder” (tal como lo denominan en filas de Vamos Salto) se embarcó en una aventura que tuvo un final trágico, con la peor votación del Partido Colorado en la historia después de la debacle de 2004 y con graves consecuencias para la interna del partido, además de observar su contrapartida en el propio departamento de origen de Coutinho, cuando se empezaron a atrasar los pagos de los sueldos y cuando empezó a verse que las cuotas de los préstamos del Banco República y de las cooperativas sociales no eran depositadas donde correspondían, que la maquinaria no tenía ni siquiera repuestos, que existían atrasos de varios meses con los proveedores, que los publicitados ómnibus nuevos no tenían mantenimiento por falta de pago, sumiendo a su principal bandera, el boleto a 6 pesos, en el centro de la polémica.

Y así se fueron sucediendo los meses, con graves problemas internos en Vamos Salto, con la profundización de los problemas en la administración municipal, pero con las encuestadoras posicionando a Coutinho con grandes posibilidades de retener el sillón municipal.

Estábamos en todo esto cuando arrancó la campaña hacia las elecciones departamentales, y Germán volvió a hacer gala de su demagogia: ahora promete 5.000 terrenos con todos los servicios, solucionar definitivamente el problema de pozos en 100 días (cuando Salto parece un paisaje lunar) y bajar el boleto a 5 pesos. Mientras que proclamaba estas promesas, empezó mayo, y en mayo no se le pagó el sueldo al 50% de los funcionarios, no se pagaron las pensiones ni las retenciones judiciales a los niños y no se pagaron los premios a los artistas de Carnaval, sumándose esto a los distintos atrasos con diferentes entidades bancarias y financieras. En medio de todo esto, el director de Hacienda municipal presentó su renuncia a la Intendencia de Salto, debido a diferencias con Coutinho respecto de la forma de pago de los sueldos.

Es así como se llega al 10 de mayo, con una intendencia en plena descomposición, con Vamos Salto en pleno proceso de retirada con todo lo que eso implica (en la edición de Búsqueda de la semana pasada salieron pruebas de la persecución política a funcionarios municipales).

¿Y la oposición? El Frente Amplio es el principal contendiente, con grandes chances de recuperar la intendencia. Se supo reacomodar y mostrar unidad hacia las elecciones de octubre, logrando en Salto una de las mayores votaciones del país, después de mostrar muchas contradicciones internas, principalmente entre el ala Fonticiellista y el sector de Andrés Lima. Después de las elecciones nacionales, emerge con tres candidatos, los propios Fonticiella y Lima, y el doctor Ramón Soto, proveniente del Movimiento de Participación Popular, que viene con gran impulso debido a la muy buena elección del año pasado, en la que su candidata a diputada, la profesora Manuela Mutti, logró la segunda banca departamental para el Frente. Más allá de la unidad partidaria, hay diferencias políticas e ideológicas importantes entre los candidatos, y más allá de que se puede vislumbrar al doctor Lima como favorito, aún no se tiene claro quién va a ser el triunfador de la interna.

El Partido Nacional pretende resurgir después de la debacle de 2010 y de haber aparecido como el principal socio de Coutinho en el gobierno departamental, mostrándose como algo diferente a Vamos Salto y, principalmente, apoyándose en el significado que tiene el apellido de la candidata, Lucía Minutti, en el inconsciente colectivo salteño (su tío y su padre fueron intendentes, y se los relaciona con una buena administración).

El Partido Independiente y Unidad Popular presentan candidaturas puramente testimoniales, y hay que tener en cuenta que una de las candidatas del primero, Marisel Calfani, sigue siendo una de las directoras de la intendencia.

De esta forma, llegamos al 10 de mayo. Mientras tanto, Coutinho, hasta el último momento, va a seguir vendiendo espejitos de colores.

Yamandú Olivera
Artículo de Obtuso