lunes, 19 de diciembre de 2016

Si nos da la gana

foto de la diaria

Fue hace 9 años, en diciembre del 2007. Hace menos de un año que trabajaba en Radio Carve, con 22 años recién cumplidos, tratando de entender aquello que llamaban periodismo, impregnado por la magia de la radio en aquel sótano de la calle Mercedes. Se empezaba temprano, se hacía sonar teléfonos antes del amanecer, se sacaba fotocopias. Internet era aún un mundo con más promesas que posibilidades, Facebook apenas llegaba a Uruguay y Twitter ni existía.


Éramos un equipo grande, suma de nuevos y experimentados. Siempre teníamos dos o tres movileros. Yo trabajaba en la base, el sótano, no me entusiasmaba trillar las calles con aquellos grabadores que siempre presentaban algún problema técnico de imprevisto. Pero ese día de diciembre los movileros (pasaron tantos que no recuerdo quiénes estaban en aquel momento) estaban en otras tareas. Tal vez era lunes y tenían que estar en Consejo de Ministros, tal vez estaban cubriendo los restos de un espectacular choque en la rambla o perdidos en los pasillos del Parlamento. No lo recuerdo, imposible hacerlo. Sí recuerdo el encargo: “vas vos”. De fondo, la cara cómplice de una compañera de generación que ya se estaba convirtiendo en amiga de la vida.


Iban a meter al Goyo Álvarez preso, y había que cubrirlo. Estaba nublado, y allí salí yo por las calles del centro de Montevideo, para cazar con mi viejo teléfono celular aquel momento histórico que tenía gusto a suceso del año. Lo llevarían, decía el rumor siempre bien chequeado por la productora, desde una dependencia del Ejército directo a la Cárcel Central. Yo estaba nervioso, no tanto por la suerte de uno de los mayores hijos de puta de la historia reciente del Uruguay, sino porque era mi primer móvil, en vivo y el tema no era chiquito.


No era un adolescente. Transpiraba como uno, pero a quién le importa. Ya había hecho los deberes en mis años en el Zorrilla, leyendo sobre la triste historia del país, sabía quién era aquel hombre tan poco hombre, sabía bastante bien qué papel había jugado en toda la mierda de los años más oscuros. Era un asesino, además de un dictador. También había hecho los deberes del periodista. Sabía que no estaba allí para robarle unas palabras, ni siquiera para recoger las declaraciones de alguien más. Era sólo una crónica visual.Tenía que ser los ojos de la radio, de los espectadores, contarles lo más claramente lo que estaba sucediendo. Recuerdo que los nervios me hicieron usar la palabra barullo, debe haber sido la única vez en la vida que la usé. Fuera de eso todo salió bastante bien.


El viejo salió acompañado de otros militares, con las manos esposadas y escolta de policías. Había alguna persona gritando algo. También había otro grupo grande de periodistas que no me conocían, haciendo más o menos lo mismo que yo. Estaba esposado, y yo contento de poder contarle eso a la radio, porque sabía que del otro lado podrían estar mis viejos escuchandome. Después, por suerte, tuvimos varias tapas de la diaria y otros medios con fotos más reales del viejo malo con las esposas puestas.


Volví a la radio, recibí alguna felicitación, un viejo periodista de prensa me dijo aún no tenés idea de lo que acaba de pasar. Me escapé al rincón del sótano que me pertenecía, y esperé tranquilo a que se cargara el back up de lo emitido ese día, para buscar mi móvil, cortarlo, escucharlo y copiarlo en mi reproductor de mp3 para destrozarlo durante toda la tarde.

El Goyo estaba preso. Eso, en aquellos primeros años de gobierno del Frente Amplio, era lo más parecido a una victoria, a una justicia. Me tocaba arrancar una carrera contando de milicos presos, llevados ante la justicia. Era muy consciente de mi privilegio. Pero el tiempo fue pasando para todos. Para el periodismo, para el Frente Amplio, para los torturadores, para los sobrevivientes, para los que nunca les importó nada. Pasó la cárcel exclusiva para los mayores hijos de puta, pasó el silencio perpetuo, los jueces alejados de sus casos, pasó el país de cornudos y cornudas que le dijeron que no a la búsqueda de la verdad. Todo eso pasó mientras yo me convertía en el hombre que soy hoy y en el periodista que llevo dentro. El viejo se va a morir, hoy, ayer o mañana, va a dejar de respirar. Lo van a seguir muchos otros, lo vamos a seguir todos. Los desaparecidos van a seguir desaparecidos, la justicia va a seguir siendo injusta. En ese país estamos creciendo. La muerte no transforma, la transformación solo la hacemos los vivos, si nos da la gana.

martes, 1 de noviembre de 2016

El día de los muertos

En los últimos días acumulé una serie de titulares bien llamativos. Pedidos de renuncia al Ministro del Interior, balas en un estadio, vecinos caceroleando en barrios ricos y reclamando “más seguridad”, un joven asesinado por un policía en la puerta de un boliche, otra mujer asesinada por la violencia machista, cifras que van y vienen sobre la cantidad de delitos cometidos, como si fueran la mejor forma de medir el avance de la violencia entre nosotros.





El año pasado fue tranquilo en Durazno, un departamento calmo en el centro del país. Hubo un homicidio en todo el año, y como debe ser, revolucionó a la prensa local y a los vecinos de Las Higueras, uno de los barrios más pobres de la capital departamental. Al parecer, un joven de 19 años mató a otro con un cuchillo y marchó a la cárcel. Fuera de ese hecho de sangre, fue un año tranquilo el que pasó para Durazno. Bueno, eso si no contamos a los 10 muertos en accidentes de tránsito y a las 16 personas que decidieron dejar de vivir durante el 2015 en aquél lugar del país.
Igual, seguimos mirando a la violencia con cara de pobre, drogadicto, vago y asesino. No estamos entendiendo nada.

Este año saqué la libreta y empecé a manejar. No descubro nada si les digo que la gente al volante, en motos y en bicicletas está en general un poco mal de la cabeza. Algo más de 500 muertos en un año, incluidos los pibes de las picadas en Durazno y otros 200 jóvenes de todo el país.

Sumo: 17 mujeres muertas en lo que va del año, asesinadas por su novio, ex novio, marido, vecino. Muertas por ser mujeres nomás.

Sumo: 35 personas muertas en las cárceles en lo que va del año. Ponemos gente al cuidado del Estado con la intención de rehabilitarlas y dejamos que se maten ahí dentro, donde no las vemos.

Concluyo: Nos estamos matando. En todos los rincones del país. No importa si tu hijo nace en Artigas o en Montevideo, son más altas las probabilidades de que se pegue un tiro a sí mismo a que alguien más le dispare y lo mate. Tan feo como suena, la tristeza y la falta de cariño van mucho más por dentro que por fuera.

Podemos quedarnos en los síntomas: un disparo en un estadio, un tiro en la cabeza por intentar evitar una rapiña, más de 640 uruguayos cortándose las venas, ahorcándose o rematándose de un tiro sólo en un año porque no pueden ver el valor de sus propias vidas, cientos muriendo en las calles y en las rutas, detrás y delante de un volante.

Podemos también pensar, porqué nos está pasando esto. Pensar porqué no nos queremos tanto. Parece que nuestra vida no nos vale nada. Tenemos conversaciones por Whatsapp mientras manejamos, a veces, hasta con unas copas arriba o con los nenes en el asiento de atrás. Arriesgamos nuestra vida ante un demente para rescatar una cartera o unos pocos pesos. Tenemos (nosotros, el gobierno y el Estado) en la última de nuestras prioridades un poco de salud mental.

Entiendo la impotencia, pero esta vez salir con cacerolas a la calle no les va a solucionar nada queridos vecinos. La ansiedad, el miedo y la angustia eterna del que nunca puede consumir lo suficiente son tremendos motores para la violencia.


Los muertos me duelen todos, todos los días.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Otoño, invierno, invierno y otra vez primavera


A esta altura del año las cosas ya han perdido el orden, los proyectos han extraviado algunos objetivos en el camino, las fronteras se tornan borrosas y cualquiera podría arriesgar que la ciudad es un caos.

Tenemos a un hombre encerrado en el país que se está dejando morir. Tenemos a otros hombres encerrados tras las rejas que también se están quitando la vida a un ritmo aterrador. Mucho más aterrador que la última película de miedo. Tenemos ciclones que lo revuelven todo y hasta algún tornado en la mochila. Tenemos idas y vueltas en un parlamento que parece pasarse la pelota de la cámara alta a la baja y a la de televisión. Todo lo que parecía novedoso en marzo ya nos tiene podridos. Tenemos paros parciales y descontentos generales. Tenemos muchos dedos apuntando a los otros, nunca a nosotros mismos. Tenemos frío en los huesos y en la macroeconomía. Tenemos un Mercosur que da lástima y un vecino golpeador.  Seguimos teniendo locos en las calles, algunos duermen ahí y otros sólo están buscando pokemones. Tenemos la histeria vacía del que hace sin pensar. Estamos hartos de los plátanos volando y los termómetros siempre debajo de los 20 grados.

Pero la primavera está ahí. Salvo alguno de nosotros que tire la toalla en estas horas, el resto llegaremos al calor del sol una vez más, como náufragos que una vez al año llegan a tierra firme en una playa del este. A la vuelta de la esquina nos esperan los colores de la diversidad, de las fiestas de fin de año y luego del carnaval. Ya podemos guardarnos la amargura en el bolsillo hasta el año que viene. De un instante a otro podremos sacarnos los kilos de abrigo para salir a ganar la calle  mostrando la piel sin pudor, envalentonados por nuestra siempre discreta alegría.

Es hora de empezar a solucionar el caos que hemos generado durante los últimos meses mientras señalábamos con el dedo al gobierno, al sistema político y a todo lo que no sea nosotros mismos. Tenemos que empezar a juntar nuestra propia mierda y dejar de repartir bocinazos, insultos y críticas por las calles y las redes.


Tal vez guardar silencio sea una buena idea. Aprovechar la primera oportunidad que nos dé el sol para tirarnos bajo sus rayos, de manga corta, solos o bien acompañados. Relajarnos al máximo antes de confiarnos al piloto automático que nos llevará hasta el próximo marzo. Parece que, como dice una amiga, estamos mal barajados. Habrá que tirar el mazo bien al carajo y probar suerte con los dados.  Y sonreírnos mucho más.

domingo, 17 de julio de 2016

Los posibles Frentes Amplios

Lo que pase en estas elecciones determinará el futuro del Frente Amplio.


El mayor partido de izquierda del Uruguay y uno de los mayores ejemplos de formación política de izquierda del continente está, una vez más, ante una encrucijada. Mucho mayor es esta encrucijada que la simple elección entre uno u otro candidato.

El partido que concentra a un sinfín de fuerzas políticas en su interior está en el poder político desde hace más de 10 años y por primera vez surge con fuerza la pregunta: ¿es el Frente Amplio la herramienta de cambio para poder transformar la sociedad?

Históricamente un partido que ha sabido unir a actores de diferentes clases sociales bajo su bandera, que ha acercado a personas de contextos muy disímiles, y que sobre todo ha tenido su base y su mayor fundamento en ser una herramienta política que representa a las organizaciones sociales, a los trabajadores, a los menos favorecidos por un sistema al que siempre parecía querer cambiar, pero que ya no parece que se animará a hacerlo.

La fuerza política ha sufrido su estancia en el poder político. Agotó a sus líderes (nada podemos esperar de Vázquez, Astori o Mujica de cara al 2019) que han hecho su trabajo sin permitir o impulsar el surgimiento de nuevos líderes en generaciones menores. El partido se ha convertido en un administrador de gobierno, muchas veces sin ideas, muchas veces sin oídos para escuchar las ideas que las organizaciones sociales le gritaban en la cara.

Hoy las opciones son cuatro, que más bien son tres, porque la candidatura de José Bayardi carece de sentido a mi entender.

Por un lado hay un montón de militantes que hace décadas vienen construyendo el Frente Amplio y que han envejecido junto con él. Generalmente hay desilusión en ellos. Son los más alejados a las iniciativas tibias o contradictorias que los sucesivos gobiernos del Frente Amplio han desarrollado. Querían cambiar el mundo. Ese grupo de militantes tiene su expresión política en la figura de Roberto Conde y tiene las mismas ideas casi intactas que levantó en 1971 o 1985. También la misma forma de hacer política en un mundo que no se parece mucho a aquel.

Por otro lado, hay un candidato que es básicamente la expresión del Poder Ejecutivo. Es la opción de un presidente del FA que no incomode nunca a la Torre Ejecutiva y mucho menos al Ministerio de Economía. Es la continuidad de Mónica Xavier. Lo light por lo light. Javier Miranda usa el mismo jingle, la misma imagen y hasta el mismo hashtag que usaron Tabaré Vázquez y el Frente Liber Seregni menos de dos años atrás. Un Frente Amplio con “un espacio para las mujeres” y un “espacio para los jóvenes” pero sin mujeres y sin jóvenes sobre todo, haciendo cosas importantes. Es al final, un Frente Amplio que se maquilla lindo, se pone perfume rico, pero cierra bien los ojos y se tapa bien los oídos.

Está el camino del Frente Amplio del pasado, está el camino del Frente Amplio de hoy y está el camino del Frente Amplio del futuro. Alejandro Sánchez fue propuesto para la presidencia de la fuerza política por un grupo de personas de diferentes sectores, independientes, académicos, artistas y líderes sindicales que tienen una lectura parecida a la que expreso más arriba sobre la situación actual del FA. Creen que, a pesar del enojo, la desilusión y el conformismo, estas elecciones son claves para el futuro del Frente Amplio. Creen que en no mucho tiempo vamos a mirar para atrás y vamos a darnos cuenta que estas elecciones, pase lo que pase en ellas, fueron claves para el proyecto político de izquierda.

“Lo que pase en estas elecciones determinará el futuro del Frente Amplio”. No se me ocurrió a mí esta frase. La dijo Luis Gallo, ex senador por Asamblea Uruguay, en el lanzamiento de la campaña de Alejandro Sánchez, candidato que él cree “da las garantías de que el Frente Amplio va a tener una conducción transformadora”. Porque comparto en gran parte lo que piensa Gallo y lo que piensan las mujeres y hombres que firmaron esa carta impulsando la candidatura de Sánchez es que la apoyo desde mi humilde lugar. Un presidente del Frente Amplio de 36 años que habla de transparencia, paridad de género, y una fuerza política adaptada al siglo XXI sin perder el norte de la transformación social para mí no es poca cosa.

¿Es el Frente Amplio la herramienta de cambio para poder transformar la sociedad? Si queremos que lo sea, puede ser que éste sea nuestro último tren.

domingo, 12 de junio de 2016

A la deriva

“Nuestros oficiales están capacitados para enseñar valores porque lo han hecho desde siempre. Con “valores” me refiero a las cosas elementales que tiene que sentir un uruguayo”.


Hay tantas cosas mal en esta frase del Comandante en Jefe del Ejército, General Guido Manini Ríos, pronunciada unos días atrás, que me costó mucho definir por dónde empezar a abordar el tema.

El Ministerio de Defensa y el Ejército Nacional participan activamente en lo que el gobierno ha dado a conocer como Diálogo Social, una iniciativa que reúne a unas 600 organizaciones públicas, privadas, sociales y comunitarias que proponen, debaten y acuerdan ideas en torno a varios ejes temáticos.

Una de las propuestas del Ejército Nacional presentada en la mesa que debate iniciativas sobre “Seguridad y Convivencia Ciudadana” (y no, vale aclarar, en la mesa que trata el tema “educación”) propone trabajar sobre los “ciudadanos de entre 18 y 30 años, aptos desde el punto de vista físico y médico que no estén estudiando ni trabajando”.

Primero: para el Ejército, el problema de exclusión de los jóvenes que no estudian ni trabajan es un problema de seguridad, no es un problema de educación. Desde ahí la propuesta empieza a ser cuestionable. Pero hay mucho más.

La propuesta del Ejército propone crear una “Fuerza de Voluntarios en Defensa y Protección Civil”, jóvenes que “serán considerados efectivos auxiliares del Ejército, con derecho a usar un uniforme y a percibir un viático equivalente al 50% del sueldo de un soldado”.

¿Qué se hará con esos jóvenes? Se propone formarlos “en valores civiles y democráticos así como en todo lo relacionado a su salud física y mental” al mismo tiempo que se los introduce en el mundo de algunos oficios. Los valores que el Ejército se propone inculcarle a estos jóvenes se basan en la Constitución, Leyes Sociales (vaya uno a saber a qué se refiere el Ejército con esto), Códigos, Historia Nacional, Respeto a los símbolos patrios y autoridades, costumbres y hábitos entre otras cosas.

El Ejército propone también intervenir en la educación en higiene y salud de éstos jóvenes. Pero no se asusten. El propio comandante en Jefe del Ejército explicó ante la Comisión de Defensa Nacional de la Cámara de Diputados (dónde presentó con mucho éxito esta propuesta) que cuando dice higiene “se agarró para el lado equivocado: pensaron que queríamos bañarlos. Lo que sucede es que para los militares, higiene refiere a la higiene bucal, sanitaria, enfermedades venéreas, drogas. Es la higiene en términos sanitarios”. Ok.

Manini Ríos explicaba en esa ocasión que la juventud “está un poco desnorteada, a la deriva, sin muchos caminos a seguir en la vida. Pensamos que el Ejército tiene posibilidades en ese sentido: tiene capacidad locativa, gente que puede contribuir a contenerlos, a formarlos en lo que denominamos un Centro de Formación Ciudadana”.



“Desde siempre, inculcamos valores a nuestros soldados a partir de nuestros oficiales. Lo que tenemos para ofrecer son nuestros oficiales; ahora bien, si se nos proporcionara profesores de educación física, sería lo ideal. Acá no estamos hablando de quién da la materia. Nosotros tenemos nuestros oficiales que tienen su formación de años respetando los símbolos patrios, el ideario artiguista y ese tipo de cosas que tienen muy internalizadas. Por lo menos con los reclutas que recibimos normalmente eso funciona muy bien” contaba Manini Ríos acompañado y apoyado por el subsecretario del Ministerio de Defensa, Jorge Menéndez y escuchado por muy entusiasmados diputados nacionales.

En su comparecencia ante los diputados, el Comandante en Jefe del Ejército fue interrogado dos veces sobre la posibilidad de que sea una formación que incluya la internación de los jóvenes y en las dos ocasiones evitó responder la pregunta. Sin embargo, la propuesta elevada al Diálogo Social lo dice claramente: “las actividades se desarrollarán de lunes a viernes de 8 a 16, pudiéndose establecer en determinados casos un régimen de internado”.

Para finalizar, Manini Ríos aseguró que “es fundamental la participación de distintos organismos del Estado. De lo contrario, no será sencillo implementarlo. Esto no puede funcionar si no se encara como una política de Estado”. Por lo pronto, ya cuentan con el apoyo del Ministerio de Defensa y de dos emocionados diputados del Partido Nacional.

 “Considero que se trata de una iniciativa muy positiva y muy responsable… quiero destacar y valorar la iniciativa y la preocupación en un tema acuciante para la sociedad en general” concluyó Gonzalo Novales al tiempo que Mario García dijo que “como integrante de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, saludamos este tipo de iniciativas que apuntan a incluir a un sector de la sociedad que lamentablemente hoy no encuentra respuestas en lo que estamos ofreciendo como Estado” y luego contó cómo extraña a los liceos militares.

El problema, o el mayor de los problemas, no es que el Ejército quiera ayudar ante una situación problemática, de hecho el Ejército ayuda actualmente en muchísimas situaciones en las que realiza un aporte invalorable (piense en tornados, inundaciones, crisis de la basura) y en otras situaciones tiene capacidad de hacerlo. El problema es que el Ejército sienta que debe participar y hasta liderar políticas de inclusión social y sobre todo de educación. Podrán ser grandes formadores en algunos oficios, pero cuando se trata de Historia Nacional (incluyendo el ideario artiguista), valores y educación sanitaria (por nombrar algunos puntos nada más) les queda aún mucho camino por recorrer.

El apoyo a esta medida de un Ministerio de Defensa que se piensa de izquierda, y el hasta ahora silencio cómplice de las muchas otras instituciones del Estado que participan en esa mesa de diálogo preocupa. ¿Se habrán dado por vencido en el CODICEN, el MEC, el MIDES y el propio Frente Amplio? ¿Será que no saben qué hacer con éstos jóvenes? ¿No tienen idea de cómo acercarse a ellos? ¿Vamos a dejar que el Ejército lidere una propuesta de inclusión para uno de los sectores más vulnerables y excluidos de nuestra sociedad? Con sólo pensarlo, ya es señal de que los que estamos a la deriva, somos nosotros.

sábado, 14 de mayo de 2016

Estamos durmiendo


Y no pasó nada. No al parecer. Me levanté, llegando al mediodía me conecté a Internet y vi tal vez el último discurso como presidenta. Por la calle nadie llevaba ninguna señal de haberlo notado siquiera. Las bolsas de compras en la principal avenida, el tráfico fluido, la gente quejándose del frío y de la acumulación de días grises. En el trabajo tampoco, ni la más mínima palabra. De noche revisé los principales medios locales para confirmar que no era un sueño. Entre detalles de un importante partido de fútbol por la Copa Libertadores, envueltos en frialdad y sin arriesgarse a ser claros, los medios me confirmaron la noticia.

Pensé en los que estaban en la calle esperando gritar goles. Pensé en la oficina. Pensé en una madre que vi por la mañana arrastrando a su niña a la escuela. A ninguno le importaba nada. No había signos de tristeza, de batalla perdida, de injusticia. A lo sumo se preocuparon por el empate de locatario, por las cuentas que se acumulan y cada vez cuesta más pagarlas, por el frío que no da tregua.

Entré en las redes sociales para saber si alguien había acusado recibo. Era como un diálogo de sordos. Mientras unos sufrían por el mayor golpe a la democracia latinoamericana de los últimos 30 años, otros eufóricos hablaban de fútbol y los de siempre, publicaban fotos de gatitos o frases inspiracionales.

La batalla la perdimos todos. En Brasilia, en Buenos Aires y en Montevideo. Hay que revisar todo lo que se hizo mal en estos años, pero las responsabilidades no son de Lula o de Dilma, son de todos. Sí, tuyas y mías también. Por eso me duele.

Perdimos una democracia y yo no tenía nadie con quién abrazarme a llorar, porque nadie acusaba recibo del golpe.

La perdimos porque seguimos escuchando siempre las mismas voces prefabricadas de los poderosos, desde la radio y la TV, repitiendo una y otra vez boludeces para que no nos pongamos loquitos. La perdimos porque tenemos un canciller que tiene miedo de decir golpe de Estado, porque es más de ellos que nuestro.

Y mientras estamos mareados discutiendo si fue o no fue un Golpe, buscando botas de militares dónde en realidad hay solamente diputados corruptos, ellos ya nos están desarmando la alegría, ya nos están pegando en la dignidad, devolviendonos a la miseria.

En pocas horas volaron ministerios, programas sociales, herramientas para contener los embates de una economía que no le tiene piedad a los más pobres. Voló todo. A lo Macri diría yo.

Porque lo que pasó en Brasil no es indiferente a lo que pasó en Argentina. Y lo que va a pasar tampoco.

En Argentina ya no tienen tiempo de ver la telenovela de Lázaro Báez para comentarla al otro día con los vecinos. No tienen tiempo, porque están muy ocupados intentando sobrevivir en una economía que se hunde para bien de unos pocos. No tienen tiempo porque están una vez más buscando trabajo desesperados como hace 15 años. No tienen tiempo porque tienen que ir a hacer la fila para recibir un plato de comida en una olla popular.

Fueron 15 años de correr a los ricos. No los corrimos lo suficiente. Y los ricos volvieron. Volvieron y quieren recuperar el tiempo perdido, lo que les negamos en todos estos años, lo que dejaron de ganar, lo que no les dimos.

El problema es que estamos dormidos. La mujer que iba con la niña por la avenida, el compañero de oficina, el pibe que fue a ver el partido a la tribuna más barata, estamos todos del mismo lado. Del lado de los que pierden. Como ya están perdiendo los argentinos, como perdieron los brasileros.

No se cayó Internet. No cancelaron Showmatch. No levantaron la última novela de Globo. Nos dieron un golpe. Y ni siquiera nos dimos cuenta.

jueves, 21 de abril de 2016

Golpes



Una de las diez mayores economías del mundo con más de 200 millones de habitantes. Uno de los países (sino no es él país) con mayores riquezas en recursos naturales: una selva, un reservorio de agua, tierra fértil y venas llenas de petróleo y minerales.

Cuando asumió Lula, en 2003, uno de cada cuatro brasileños era pobre. La pobreza en Brasil, bajo los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), cayó de más de 25% a casi 7%. Esto es: más de 25 millones de personas dejaron la pobreza atrás.

Pero todo el crecimiento económico y el combate a la pobreza no alcanzaron, nunca alcanzan. No se reformó la Constitución, no se reformó el Poder Judicial y no se reformó la realidad del poder mediático. Tampoco se combatió de forma eficaz la corrupción, que aprovechó las inmensas ganancias del Estado registradas en los últimos años. Vale aclarar que se trata de una corrupción sin partido político, o mejor dicho, con todos los partidos políticos, especialmente los que hoy claman para destituir a la presidenta, Dilma Rousseff, ella sí, al menos hasta ahora, libre de toda sospecha de corrupción.

No es nuevo esto. Ya pasó en 2009 en Honduras, ya pasó en 2012 en Paraguay. Se intentó en Ecuador, en Bolivia y en Venezuela. América Latina ha hecho historia en estos últimos 15 años con golpes e intentos de golpes “blandos”. ¿Pensamos que sacar a más de 50 millones de personas de la pobreza no le iba a molestar a nadie? Ahora, lo que sucede, es que el golpe se le da al mayor país de la región.

Ya no son tanques en la calle ni militares en el poder. Por ahora ya no son necesarios, o mejor dicho, efectivos. Ahora son llamadas de algunos poderosos empresarios a diputados corruptos, es un operativo mediático que lleve gente descontenta a la calle, son unos jueces comprados que sigan el juego y ya está casi todo pronto. La infamia de juicio político ya está casi en movimiento.

Tomar nota: Meterse con algunos intereses de las clases dominantes puede ser complicado, no hacerlo puede resultar fatal, para la democracia y para los gobiernos que buscan combatir la pobreza y sobre todo la desigualdad.

Claro que los partidos políticos que defienden los intereses de las clases dominantes, los siempre borrosos intereses empresariales y transnacionales, los medios casi monopólicos que pertenecen a esos intereses, los jueces cómplices, pueden hacer mucho ruido. Pueden hablar de grietas en la sociedad con la liviandad de alguien que nunca vivió o tuvo que ver con la crisis de 2002, pueden tildar de radical (y ojo con tener ideas radicales en un mundo que aplaude la moderación inmovilizadora) cualquier intento por reformar una constitución, aprobar una ley de medios o revisar el funcionamiento del Poder Judicial. Pueden voltear un gobierno, sin que casi te enteres.

En Brasil lo que sucede es claro. Hay un golpe de Estado en marcha. En una década en el gobierno, el PT no ha logrado (ni siquiera intentado) modificar la constitución, crear un marco normativo más justo en materia de medios, reformar o revisar el Poder Judicial o atacar a la corrupción en el ámbito público y en el privado. Sin eso, todas las victorias en el terreno de los derechos penden de un hilo.

Nosotros, aquí, en Uruguay, vemos lo que pasa casi como si estuviéramos viendo una más de las telenovelas de Globo. Lamentablemente, no estamos pensando en que lo que pasó allá, con otros colores y otros actores, puede pasar aquí mañana. Actuar en consecuencia, a esta altura, parece un sueño inalcanzable.

martes, 29 de marzo de 2016

Escándalo

Eso debería provocar lo sucedido en Semana de Turismo en el laboratorio del Grupo de Investigación Arqueológica Forense del Uruguay (GIAF).


Los hechos: alguien entró en un edificio de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República, más específicamente en el laboratorio del GIAF, donde se trabaja en la búsqueda de restos de desaparecidos durante la última dictadura cívico militar. Además de entrar, robaron discos duros, borraron otros y marcaron con un círculo en un plano de la ciudad nueve ubicaciones que corresponden a las direcciones de los hogares de nueve investigadores del equipo.

La información surgió en el mediodía de un lunes y hoy ocupó un espacio en las tapas de los matutinos la diaria y El Observador. Es aún poco lo que se sabe, pero alcanza para sacar algunas conclusiones.

A mí cuando me dicen que lo que pasó ya pasó, que no hay que remover el pasado, me da (con la disculpa por el término) cagones. Lo que pasó en Semana de Turismo en Humanidades debería ser un escándalo de proporciones en un país que realmente estuviera buscando memoria, verdad y justicia. Pero no.

¿Cómo pueden irrumpir tranquilamente a un edificio en pleno centro de la ciudad, que supuestamente tiene alarma y reja? ¿Qué seguimiento le haremos como sociedad a este caso? ¿Qué seguimiento le hará la prensa? ¿Investigará la prensa este hecho? ¿Cómo van a responder las autoridades del Ministerio del Interior? ¿Y Eleuterio? ¿Cuándo se van a dar las conferencias de prensa? ¿Cuáles van a ser los refuerzos de seguridad a éstas y otras instalaciones vulnerables? ¿Cuándo vamos a apoyar a esos nueve señalados desde la oscuridad? ¿Para eso no salimos a la calle?

Lo primero que sentí cuando leí, casi sin creerlo, que habían marcado las casas de los investigadores, fue miedo. Luego impotencia. Miedo e impotencia. Tal vez sea eso lo que querían generar quienes entraron en aquel laboratorio. Lo mismo que se preocupaba en sembrar en muchos la dictadura cívico militar 40 años atrás.

Pero no, ni miedo ni impotencia podemos tener ante esta situación. No lo han tenido quienes vienen investigando hace años, buscando a los que faltan hace décadas, intentando contracorriente remover el pasado, tampoco podemos tenerlo nosotros.

Lo que pasó es una muestra, tal vez la más patente en los últimos años, de que los hijos de puta están ahí, nerviosos, preocupados por que no encontremos a los que nos faltan.  Es una prueba de que son reales, no son viejos fantasmas que solo habitan en cuentos prohibidos.

Quienes militan por los derechos humanos desde hace años pueden ver ingenuidad en estas líneas. Pero los demás, lamentablemente los más, los que miran siempre para el costado cuando incomoda, los que no marchan en silencio, los que no votan ni quieren pensar si votar o no en un plebiscito, ellos, seguramente están pensando que exagero, que el escándalo lo quiero inventar yo. Tan triste como eso.

domingo, 17 de enero de 2016

Porno



Le puse stop al video justo cuando en una misma habitación se habían juntado una travesti, un animal y el camarógrafo. Definitivamente lo que estaba por ver no me iba a gustar nada. Cerré el video, fui a la información del grupo, vi quiénes eran los participantes y me salí para no volver más.

No era el primer grupo de Whatsapp por el que había pasado en el que se compartían casi a diario contenidos que alguien podría llamar porno. Una sucesión de videos de culos, dedos, eyaculaciones, caras, personas evidentemente drogadas, videos caseros o con más producción, mujeres haciendo petes, mujeres teniendo sexo por adelante y por atrás, mujeres teniendo sexo entre ellas. Mujeres que cumplían con todos los cánones de belleza actual y mujeres que estaban muy pasadas de peso. Con y sin todos los dientes. Un asco que, sin embargo, alguien encuentra gracioso, entretenido y muchas veces hasta estimulante.

Seguramente, las personas que arman esos grupos de Whatsapp y osan incluirme no me conocen ni un poco, claro. Ni me dan gracia, ni me excitan. Asco. Comenté el fenómeno con una amiga y me dijo que no tenía idea de lo que estaba hablando. Lo comenté con otra y me dijo que sí, que su ex tenía un grupo con sus compañeros de cuadro en la liga universitaria y que siempre tenía videos de mierda, que nunca le dejaba verlos y se preocupaba de borrar a menudo. Lo comenté con mis amigos. Parece que no es tan raro. 

Compañeros de trabajo con la panza inflada justo arriba del cinturón, atléticos miembros de un mismo equipo de fútbol, repartidores de esos que pasan todo el día en un camión por las calles, adolescentes de algún colegio bien. Padres, novios, hermanos, hijos. Todos en un mismo grupo de Whatsapp, como haciéndose una paja (mental y de las otras) juntos, mirando el mismo video, riendo juntos, festejando como le rompen el culo a esta, como la traga la otra, como la dejan a aquella. Ríen, se miden a ver quién la tiene más grande. 

Les da vergüenza, por eso sólo lo hacen en determinados grupos de Whatsapp. Normalmente solo uno o dos de los participantes se encarga de proveer los videos. Los más pajeros y tal vez los más peligrosos. Se toman el trabajo de rastrear el video en internet, descargarlo y volverlo a cargar en su celular para compartirlo. Algo no está bien en esas cabecitas. Falta de sexo, falta de placer sexual, tendencias homoeróticas reprimidas; un psicólogo se podría hacer una fiesta (no por eso hay que dejar de consultarlo).

Después están los otros, los que reciben los videos, algunos comentan, otros arriesgan un tímido jaja y otros miran nada más en silencio, de tanto en tanto. Están los menos, que se avergüenzan tanto de pertenecer al grupo, pero la vergüenza de abandonarlo y darles la espalda a los otros pajeros es tan grande que se quedan y ni siquiera descargan el video. Estamos hablando de abogados, ingenieros, obreros, estudiantes, vagos. 

Estamos hablando de hombres que pueden indignarse si le mirás a la novia o les tocás el culo, pero que encuentran cierto placer en compartir un video de un baño de Santa Teresa o de una mujer drogada cabalgando arriba de un dildo.

No tenemos que esperar  a que maten a otra mujer para preocuparnos por el machismo, ni esperar a que aparezca otra chica trans en alguna cuneta para hablar de cuánto nos cuesta asimilar lo diferente.

domingo, 10 de enero de 2016

La oportunidad y la crisis

Un año que tuvo mucho olor a transición. Alguien parece haber mojado los fuegos artificiales del progresismo latinoamericano, que desde hace más de diez años está iluminando los cielos de la región.

Ya no está Lula, ni Néstor, ni Chávez. Bachelet y Vázquez vuelven pintados de centro izquierda, de social democracia, de conservadurismo. Evo Morales y Rafael Correa se van desgastando con los años, como todo. Antes de irse, o de gastarse, sacaron a millones y millones de latinoamericanos de la pobreza. Ya nada será igual en este continente, le pese a quien le pese.

Como hubo un antes y un después de los terribles golpes de Estado en la región en los 70, como hubo un antes y un después de los desastrosos intentos neoliberales de las derechas en los 90, el nuevo milenio marcó un antes y un después con una etapa de progresismos en la región que se centró en revertir la extrema pobreza generada por los procesos anteriores, en brindar voz a quienes nunca la habían tenido (mujeres, indígenas, minorías raciales, sexuales, las clases más oprimidas, las víctimas de las dictaduras) y pregonar la unidad regional por sobre la tradicional relación de metrópoli-colonia.

Elegimos a esos gobiernos, los sudamericanos, para que nos saquen de la pobreza y la recesión, para que nos ayuden a eliminar las desigualdades endémicas de este continente, para que implanten una mejor forma de gobernar, más justa, más limpia, más humana.

El éxito o el fracaso que tuvo cada uno de los gobiernos progresistas de la región te corresponde medirlo a vos.

En las urnas, hasta 2014, las mayorías reafirmaron una y otra vez (salvo algunas aisladas excepciones) a los gobiernos progresistas en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela y dieron señales aisladas en el mismo sentido en Perú, Paraguay y Colombia. Pero todo eso puede que ya sea historia.

En 2015 llegó Macri a Argentina y la Venezuela de Maduro perdió las elecciones legislativas a manos de la oposición de derecha. ¿Qué nos queda esperar en este año que comienza? Los gobiernos progresistas en América del Sur nacen de la crisis, no de la bonanza. Y lo que nos espera en este año que comienza no es bonanza, sino un duro enlentecimiento de nuestras economías.

En estos más de diez años en el poder los gobiernos progresistas no han podido cambiar realmente el modelo económico, no han querido o no han logrado poner un freno a la concentración del capital o a la extranjerización de la tierra, no han alcanzado suficiente incidencia sobre el poder mediático funcional siempre a la derecha y poco éxito han tenido en correr a la región de su rol de simple exportador de materias primas en el concierto global.

Pero los sudamericanos ya no somos los mismos que en el 2000. La mezcla de bonanza económica y gobiernos progresistas hizo que la pobreza pasara de 44% a 28% en el continente en apenas 12 años. Ese proceso amenaza con revertirse. Los precios internacionales ya no son tan excepcionales y los resultados de algunos gobiernos progresistas ya no son tan buenos, acosados por la inflación y la corrupción que había sido antes patrimonio de las derechas.

Hay dos luchas que, en palabras del sociólogo Boaventura de Sousa Santos, deben profundizarse: hegemonía y constitución. Los cambios llevados adelante por los progresismos sudamericanos no sobrevivirán en el tiempo si no hay nuevas constituciones que marquen en la letra de ley la inclusión de los antes excluidos, las nuevas nociones de nación, de democracia participativa y representativa y la defensa de los recursos de todos. Tampoco sobrevivirán al tiempo si no hay una disputa directa con los sistemas hegemónicos, en la educación, en los medios de comunicación de masas y en los nuevos medios alternativos, en la investigación científica, en la academia, la cultura, el entretenimiento y en el sector productivo.

Las nuevas izquierdas europeas aprendieron mucho de lo que las sudamericanas tenían para decir. Tal vez es hora de que nosotros empecemos a ver allí en el Sur de Europa algunas lecciones importantes.

Para que todo lo construido por los gobiernos progresistas en los últimos 15 años sirva, esos gobiernos y fuerzas políticas, que ahora parecen en retirada, deben mutar drásticamente, recuperar los fuertes lazos perdidos con las izquierdas sociales, desterrar la corrupción y plantear confrontaciones más inteligentes (con discursos actualizados) en los campos de batalla (hegemonía y constitución).

La derecha construye al mejor candidato pop. Te va a decir que hablar de derecha e izquierda ya fue, que la confrontación debe quedar en el pasado, que juntos, en una inmensa burbuja de jabón, podemos cambiar. Te va a decir nada, pero te lo va a decir lindo. Es que la derecha está frente a su mayor oportunidad de retornar al poder en las últimas dos décadas. La izquierda debería notar que también está ante una oportunidad única, sería una pena que la ceguera nos quite lo logrado.