martes, 8 de noviembre de 2011

Que se vayan estos y que vengan los otros

Sarkozy, Berlusconi, Zapatero y Cameron

En 2001 estalló la crisis en Argentina que impulsó la caída del gobierno del radicalismo de Fernando de la Rúa y la famosa frase “que se vayan todos”. Un país que había sido gobernado históricamente por radicalistas y peronistas vio nacer un híbrido al que dio el nombre de kirchnerismo, tras su líder hoy fallecido, Néstor Kirchner.  En Brasil surgió Lula Da Silva, en Paraguay Fernando Lugo, en Venezuela ya había surgido Chávez.  En Uruguay el Frente Amplio rompió con la histórica rotación en el gobierno entre colorados y blancos, y en Bolivia y Ecuador surgieron Evo Morales y Rafael Correa. La crisis que hizo temblar el continente generó toda una serie de propuestas políticas y hasta ideológicas que protagonizaron la recuperación sudamericana.

Siete años después estalló la crisis en Estados Unidos, que afecta gravemente a todo el mundo desarrollado y principalmente al viejo continente. Allí hay indignados y manifestaciones pero no surgen nuevas propuestas políticas para hacer frente a una crisis totalmente nueva, única en su historia y que amenaza con destruir todos los avances integracionistas de la Unión Europea. Aquí no hubo un “que se vayan todos”, por lo menos hasta ahora, la solución a la que apuestan los europeos, en las calles y en las urnas, es cambiar al gobierno de turno, por un gobierno de la oposición, como si no fueran dos caras de la misma moneda que se turnan en el poder desde hace décadas.

En Grecia, y en España probablemente también, salen los socialistas y entrarán las fuerzas políticas de derecha. En Francia y en Italia sucedería lo contrario, salen los gobiernos de derecha que gobiernan en este momento y entran fuerzas de la socialdemocracia. En Inglaterra salió el laborismo y llegaron los conservadores. En Estados Unidos, el carisma de Obama logrará que renueve su contrato en la Casa Blanca pero sin dudas el ala republicana seguirá creciendo en el Congreso.   “Que se vayan estos y que vuelvan los otros”. Cómo si no fueran todos un poco lo mismo, como si no tuvieran culpas compartidas ante la actual situación.

La falta de alternativas renovadoras en Europa preocupa. ¿Cuánto más deberá hundirse el viejo continente para que se generen nuevas propuestas? Más preocupa ver como aquí, en Latinoamérica, las que hace poco eran nuevas opciones ideológicas y políticas, se vayan convirtiendo lentamente en izquierdas grises y sin ideas que cada vez más se parezcan a las viejas y agonizantes izquierdas europeas.