Uno sale a la calle con miedo. No es una afirmación política, al menos no política partidaria. Es una realidad que aunque a algunos nos cuesta asumir, se levanta ante nosotros como un muro inmenso contra el que una y otra vez nos estrellamos.
Podemos hablar de una sociedad más violenta, de las causas más
profundas que nos infunden el miedo y que posiblemente nos lleven a
conclusiones más acertadas, a un abordaje más correcto del problema. Pero,
sabrán disculparme la licencia, no es lo que buscaré en estas líneas esencialmente
catárticas.