lunes, 30 de noviembre de 2015

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Ya pasaron las elecciones presidenciales en Argentina. Pero antes de que termine el año tenemos dos paradas más importantes para Iberoamérica: el 6 de diciembre se realizarán las elecciones legislativas en Venezuela y para casi Navidad llegarán las presidenciales españolas.


El foco mediático y también político se posa ahora en la Venezuela de Maduro y en unas elecciones que hacen mucho más ruido que de costumbre. Podrían ser las primeras en casi 20 años que pierda el chavismo, justo cuando poco queda de él.

No se trata de analizar la política interna de un país del que poco sabemos, a pesar de toparnos casi a diario con un título maltrecho. Más bien se trata de no analizarla, no al menos con las herramientas que nos dan en bandeja.

Opinar sobre lo loco que está Maduro o lo violento que puede ser el “régimen” chavista no vale la pena cuando lo único que leés son titulares de medios asquerosamente opositores al gobierno democráticamente electo en Venezuela. Nada que vaya desde El País de Madrid hasta Infobae, pasando por la cada vez más dolorosa CNN o cualquier medio de derecha uruguayo puede darte a ti o a mí la más mínima idea de objetividad o al menos imparcialidad. Por eso, antes de opinar, es mejor leer.

Con esto no estoy diciendo que el gobierno de Maduro haga las cosas bien, no estoy diciendo que Venezuela esté en un buen momento y mucho menos estoy sugiriendo que lo que queda del chavismo debe mantenerse en el poder a como dé lugar. Estoy más cerca de pensar lo opuesto, pero no a cualquier precio y no guiado por unos cuantos titulares que dan vergüenza a cualquiera que haya querido un poco a la profesión de periodista.

No podemos permitir que una fuerte movida mediática impulsada por la derecha (con mucho olor a golpista) venezolana, las nuevas derechas latinoamericanas y un Washington disfrazado de OEA (besito para Almagro) que nunca le tuvo mucha simpatía al chavismo nos convenzan de que:

1). Si las elecciones legislativas no las gana la derecha, entonces hay fraude.
Venezuela tuvo decenas de procesos electorales desde que Chávez llegó al poder. Todos ellos contaron con observadores internacionales y fueron catalogados siempre como de los procesos electorales más transparentes del mundo entero.

2). Si  hay muertes, son las manos de Maduro las que estarán manchadas de sangre.
Muchas veces la derecha venezolana ha intentado imputar al gobierno democrático de muertes que, con el tiempo, hemos podido comprobar que eran total responsabilidad de grupos de ultraderecha.

3). Si las elecciones legislativas son ganadas por la derecha, entonces cae el gobierno de Maduro.
Dilma Rousseff gobierna en minoría parlamentaria, Cristina Fernández lo supo hacer, Macri lo hará y en España el dinosaurio Rajoy también. Maduro fue elegido democráticamente para gobernar hasta 2019 y una salida anterior sólo supondría una ruptura de la democracia venezolana.

4). Y por último, que la victoria o derrota del partido de Maduro en las elecciones venezolanas significa un triunfo o derrota de los partidos conservadores o el progresismo en el resto de la región.

Cada derecha tiene la izquierda que se merece y viceversa. No me preocupa un presidente que dice hablar con los pajaritos. Yo tuve uno que se pasó años hablando con hormigas y ahora es un rockstar de la política mundial. Lo que preocupa es Venezuela.

domingo, 1 de noviembre de 2015

El Mejor Candidato




El Mejor Candidato es el que tuvo 2.111.830 votos en Chile, 1.104.169 votos en Paraguay, 8.382.610 votos en Argentina, 51.041.155 votos en Brasil y 955.741 votos en Uruguay. Entre los cuatro países fundadores del Mercosur y Chile, más de 40% de los votos emitidos entre 2013 y lo que va de 2015. Posiblemente, lleguen algunos millones más desde Argentina este mes.

Un único candidato con varios rostros pero la misma ideología. Bueno, a este candidato no le gusta hablar de ideología, sino de ideas. Es verdad, muchas veces se le critica su falta de ideas, pero la palabra ideología a él le suena izquierdosa, vieja, pesada.

Un candidato liberal, neoneoliberal, la evolución pop, fresca, light y sin corbata de los viejos líderes de los 90. Con chapa de éxito en el mundo de los negocios, con ganas de dejar de una vez por todas el pasado atrás y mirar hacia un futuro brillante, lleno de smartphones y gente bien. A mí me gustan los smartphones y la gente de bien, tal vez debería pensar en votarlo.

La región se metió en un proceso de izquierdas en los últimos 15 años. Y 15 años para los desmemoriados es mucho tiempo. Parece que ya es hora de volver a darles el poder a quienes siempre lo tuvieron. Quince años de crecimiento nos hacen querer más. Queremos “un nuevo rumbo” “por la positiva”, para que “cambiemos” y “ganemos juntos”.

Por eso, en los últimos dos años, más de 40% de la región votó al Mejor Candidato. Lo votaron en San Pablo y Río Grande del Sur, los Estados ricos de Brasil, lo votaron en Pocitos y Carrasco, lo votaron en las provincias más ricas de Argentina y ganó por lejos en la exclusiva zona de Las Condes en Santiago de Chile.

Neves, Lacalle Pou, Macri, Matthei o Cartes. Hay que tomarse el trabajo de leer los programas con los que aspiran o aspiraron a presidir sus países. Encontrar conceptos diferentes entre uno y otro se torna un trabajo parecido al de buscar a Wally en una multitud.

La Derecha es la derecha. Está más cerca del poder de lo que nunca ha estado en la última década. Cada día que pasa es un día más para que olvidemos lo que supieron hacer y para que nos dejemos convencer por las burbujas efervescentes y pop, pero burbujas al fin, del Mejor Candidato.

Mientras tanto, el progresismo, corrido a la fuerza de Paraguay, salpicado por la corrupción en Brasil, desteñido en Chile, agotado en Argentina, mareado en Uruguay, no sabe muy bien cómo sacar la foto de lo que está pasando. Al Mejor Candidato se lo combate con ideas y con ideología. Y con una aguja para pinchar burbujas.