domingo, 31 de marzo de 2013

Un narco, un amigo


Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bombas. En las villas miseria hay cien mil hombres-bombas. Estamos en el centro de lo insoluble mismo. Ustedes entre el bien y el mal y, en medio, la frontera de la muerte, la única frontera. Ya somos una nueva "especie", ya somos otros bichos, diferentes a ustedes. La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón.

La muerte para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común (…) No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad.*



Antes fue Colombia, luego le llegó el turno a Brasil, y a México, sobre todo a México. Siempre creciendo a la sombra de las dictaduras y luego de los gobiernos neoliberales, porque allí empezó todo, en los 70’, en los 80’ y aquí, más al sur, en los 90’.

Ahora, en el 2013, nos escandalizamos cuando leemos en un diario que mataron a un policía. Ahora nos dejamos impresionar por las muertes por “ajustes de cuentas”. Un poco tarde llegamos, pero no del todo.

Horrorizados por la cantidad de muertes que deja la “guerra al narcotráfico” en México, no contamos las víctimas que el narco deja en toda Centroamérica, en Colombia, en Venezuela, en Perú, en Brasil, en Paraguay, en Argentina y en nuestro país.

Si, es verdad, aquí en la adorable Montevideo no hay camionetas negras con vidrios polarizados y blindados, no hay narcos con bigotes y metralletas conduciendo orgullosos por el centro de la ciudad, no hay militares con miedo intentando detenerlos, no hay constantes tiroteos y fuego cruzado diario. Pero el narco está acá. Señor, señora, no sea iluso.

Aquí hay consumidores abastecidos por el narco, pero sobre todo, hay una excelente ruta de salida de la droga hacia Europa. Aquí hay chicos de 14 años dispuestos a trabajar para el narco, vender pasta base, porro, merca, lo que venga y tirar unos tiros también. También hay policías dispuestos a trabajar para el narco, hay políticos, hay jueces. No somos una burbuja de paz en medio de una América Latina violenta. Si alguna vez lo fuimos, fue sobre todo, por circunstancias ajenas a nosotros.

¿Qué hacemos?

Si le preguntamos a los principales referentes de la oposición, nos dirán que hay que reprimir y vencer al narco, desarrollar la inteligencia policial y militar, estrechar lazos con inteligencias de la región y del norte del mundo, preparar a nuestros policías para ganar la guerra. Algunos, también pueden argumentar aún (sobre todo los más viejos) que el problema también se soluciona persiguiendo a los consumidores, cómo se ha hecho hasta ahora.

Frente a estas propuestas, uno comienza a pensar en varias hipótesis:
  1. los políticos referentes en la oposición no tienen idea de lo que están hablando,
  2. no se les cae una idea,
  3. son aliados del narco,
  4. son ilusos,
  5. prefieren boicotear cualquier iniciativa con cierta posibilidad (por más mínima que sea) de éxito, antes de permitir al oficialismo un “triunfo”.

Lo más triste es que hay muchos políticos del oficialismo que piensan lo mismo. Están asustados de aplicar una medida original. Y no por miedo al fracaso, sino por
  1. ignorancia
  2. posibilidad de pérdida de votos
  3. son aliados del narco

En conclusión, ya sea por la falta de iniciativa política o por puro interés electoral, el sistema político uruguayo puede dejar pasar otra administración sin tomar una sola medida que aleje, que reduzca, que haga retroceder aunque sea un centímetro la violencia que el narco está generando.

Éste gobierno, y sobre todo algunos diputados de ésta legislatura, han tenido el atrevimiento de generar una idea. Son muchísimas las razones por las cuales se debe regular el mercado de la Marihuana en nuestro país, tantas que no me alcanzaría el día para nombrarlas todas. Una de ellas, tal vez la que más nos pueda afectar a todos, es el planteamiento de una medida original y audaz que reduciría el peso del narco en nuestro país. No hablo de soluciones mágicas, no hablo de narcos transformándose en polvo mágicamente, hablo de dar, aunque sea, un paso firme en la dirección correcta. 


* Carta de Marcola, líder de Comando Vermelho

viernes, 8 de marzo de 2013

Lo que nos une y nos separa - Parte V

5). Investigación


La información es el dato. Una sociedad del conocimiento debe tener un acceso total e igualitario al dato. Para ello, la buena comunicación es fundamental, y en esto, como vimos, hoy más que nunca la educación juega un rol central. No nos dejemos engañar, no nos desmotivemos por la aparente falta de resultados.

Vamos hacia una realidad llena de medios de comunicación unipersonales. Todos tenemos, más que nunca antes, la posibilidad de generar, difundir y compartir el conocimiento. Con un costo cero (tan solo un acceso a un computador con Internet) podemos llegar a miles o a millones de personas de forma directa, podemos generar el suficiente impacto para filtrarnos en las noticias de los grandes medios o ponerlos en cuestión con nuestras verdades.

Toda gran posibilidad conlleva una gran responsabilidad. Para esto, la educación de quien hará uso de esa gran posibilidad (que no es más que un sinfín de pequeñas posibilidades) debe ser sólida. Cómo sociedad nos debemos varias charlas, una interesante sería sobre nuestro periodismo, nuestros comunicadores, nuestra academia y, cómo mencioné antes, también sobre Nuestros medios de comunicación.

Debemos organizar la inmensa y borrosa masa de información que hoy nos rodea, con porciones a la luz, otras porciones a la sombra, con espacios ocultos tras otros grandes espacios que se nos presentan justo en nuestra cara, como si no quisieran que viéramos más allá. Para organizar esto hace falta mucha investigación responsable, que la academia, aún no ha realizado. Falta abrir el campo de la comunicación aún más allá, integrar a periodistas con SEOs, a comunicadores sociales con expertos en redes sociales y a éstos con los mejores comunicólogos.

Organizar la información, trazar mapas de la información que les expliquen a los más chicos y a los no tan chicos como es el mundo en el que van a crecer, o al menos cómo puede ser; darle representaciones del mundo que pueden ser tan útiles o más que el viejo planisferio.

No se trata de reunir a los viejos y a los nuevos sabios en un sótano y pedirles que eleven un documento con conclusiones finales, que se transformará súbitamente en un legajo, en un expediente de la burocracia y en un titular fugaz y confuso de alguno de los grandes medios. Se trata de, cómo sociedad, hacernos cargo de nuestra comunicación.

Nos aburrimos de decir y de escuchar que vivimos en La Era de la Información, un título a todas luces equivocado, un poco por la falta de información que prima, otro poco por el acceso desparejo a la misma, y sobre todo, porque la palabra Era hace mucho que dejó de servir para los tiempos que corren. De todas maneras, no podemos dudar que la información juega un rol central en nuestras vidas, para obtenerla (o para obtener la ilusión de que la tenemos), hemos desarrollado un sinfín de dispositivos y de canales. Ahora, es hora de darle un sentido a la información, de acercarla a nuestras metas, a nuestros objetivos, a (si se me permite la cursilería) nuestra felicidad.

Para esto, como sociedad (quiera decir lo que quiera decir “como sociedad”)  podemos educarnos en nuestra relación con la comunicación, con los medios de comunicación y con el acceso a la información. Podemos, y debemos, generar los mecanismos adecuados para garantizar el acceso universal a la información y a la comunicación, de una manera ordenada, evitando las regulaciones autoritarias. La libertad de expresión es tan importante como el derecho que tenemos a acceder a la información, a que no nos mientan, a que tengamos las herramientas para evitar ser engañados. Hay una lesión a la libertad de expresión, no solo cuando se censura un titular de un diario, sino cuando se censura una crítica a ese titular. La responsabilidad corre en ambos sentidos.

Esto, más que una conclusión, para el estimado lector, debe ser un desafío.