sábado, 25 de julio de 2015

O inverno está chegando


Podemos contar, a simple modo de relato, que en América del Sur hubo una primavera. No fue como la árabe, fue mucho más real. Alcanzó las urnas desde Venezuela hasta Tierra del Fuego y cambió de signo al poder político.

Cada país del continente la vivió a su manera, con la moderación que siempre envuelve a Chile, con la radicalidad con que siempre respiran los argentinos, con un fuerte componente indigenista en Bolivia y con la esperanza de un país continente en Brasil.

Fueron más de diez años en los que las economías crecieron en términos reales y se observó una mejora en la distribución de los ingresos. Sesenta millones de latinoamericanos abandonaron la pobreza a partir de esa primavera, que luego se convirtió en verano y ahora está instalada en el otoño. Veinte veces la población de nuestro país. Esa fue la cantidad de seres humanos que abandonaron la pobreza en estos años.

Miremos el barrio. Chávez se fue y en su lugar quedó Maduro. A Lugo lo fueron y en su lugar quedó Cartes. En Chile se fue Bachelet y asumió Piñera. Luego volvió Bachelet pero más parecida a Piñera que nunca. ¿Por qué?

¿Cómo convencemos al viejo rico y al nuevo rico de que debemos seguir redistribuyendo? No es fácil. Cada vez es más difícil.

En Argentina el kirchnerismo dejará la Casa Rosada este año y en su lugar todo indica que quedará el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, o, más a la derecha aún, Mauricio Macri. Pase lo que pase, la apuesta por la distribución de riqueza tiene los días contados. No es alentador el panorama si miramos hacia el Río de la Plata, pero ¿qué pasa si miramos al Norte?

En Brasil, el gigante de la región, el país que impacta de mayor forma en nuestro pequeño Uruguay, hay muchas cosas pasando.

Hay una presidenta que decía ser progresista, pero a la que se le han escapado muchas cosas de las manos. Una presidenta con una aprobación menor a 8%, con una fuerte oposición interna, rodeada de casos de corrupción y enfrascada en una batalla por controlar los índices económicos, una presidenta a la que poco se le puede pedir. No podemos sorprendernos si en los próximos meses somos testigos de al menos un intento de juicio político.


Del Parlamento brasileño podemos esperar todavía menos, mucho menos. Allí, donde hace unos años estallaba el escándalo del Mensalão (con coimas a legisladores de todos los partidos), nada parece haber cambiado. La bancada del buey, la bala y la biblia (que reúne legisladores que abiertamente le hacen los mandados a los sectores terratenientes, armamentísticos y evangelistas) ha dado varias muestras de estar dispuesta a todo para defender los intereses más conservadores (solo basta ver la vergonzosa votación de la baja de la edad de imputabilidad).

Lo cierto es que en Brasil, como en el resto del barrio, el progresismo está mostrando cada vez más grietas. Un enfriamiento de las condiciones internacionales favorables, una cantidad considerable de población con nuevas necesidades y la derecha siempre sedienta de poder van provocando erosión en un bloque que alguna vez fue progresista y que ahora apenas puede funcionar como un muro de contención ante el conservadurismo.

Porque es eso lo que avanza y agrieta. El sentir conservador que trae consigo al invierno que está llegando.

¿Junto con Néstor Kirchner, Lula, Chávez y Lugo o junto con Scioli, Cartes, Maduro y Dilma? ¿En qué foto se sentirá más cómodo nuestro presidente? Las señales de marzo hasta aquí, lejos de hacernos pensar que Vázquez encabezará el resurgir del progresismo en la región, nos señalan que será un gran colaborador de los intereses conservadores.

Tal vez, para aquellos que no estamos muy cómodos con este invierno, sea tiempo de ir pensando en cómo volver a generar una primavera, con otras herramientas y desde otra base. Mientras tanto, pueden sentarse a ver hasta dónde los sectores una vez progresistas de nuestra América del Sur pueden traicionar sus bases ideológicas con tal de quedarse un segundo más en el poder. 

sábado, 4 de julio de 2015

Cambio de hora

Hace unos días la Cámara de Turismo anunció que el Poder Ejecutivo no realizará el habitual cambio de hora entre octubre y marzo, que se realiza desde 2006.
Lo anunció a los medios un empresario, presidente de la Cámara de Turismo, y luego lo confirmaron las autoridades del Ministerio de Turismo.

El horario de verano no se definió para favorecer o afectar al sector turístico, pero, sin embargo, la decisión del gobierno de Vázquez se basa en las presiones que desde hace años ese sector empresarial está realizando. Hasta ahora no escuchamos a la ministra de Industria ni a las autoridades de UTE hablar de esta decisión de Vázquez (ver actualización al pie).

La decisión, que explicó muy vagamente tanto el empresario del turismo devenido vocero del Consejo de Ministros como las autoridades de la cartera de Turismo, se basaría en que es mucho más lo que pierde el sector gastronómico en temporada (aseguran que debido a las pocas horas de oscuridad, sólo pueden hacer un turno de cocina en los restaurantes, y no dos, como solían hacer) que lo que gana el país en ahorro energético.

La argumentación, asumo, es tan escueta para evitar revelar la total falta de fundamentos. Al final uno hubiera preferido que le digan: “la verdad es que queremos hacerles un favor más a los amigos empresarios del sector gastronómico”. Mucho más claro y, sobre todo, honesto.


Comparando incomparables



El razonamiento de que se gana menos con el horario de verano que sin él hace agua por todos lados.

El ahorro de UTE es un ahorro de todos los uruguayos, impacta en los resultados financieros de una empresa de todos los uruguayos, en la eficiencia energética de todo el país y en el medio ambiente.

La ganancia que puede llegar a generar un regreso al horario de invierno será para algunos empresarios. Sí, de manera indirecta, y si queremos ser optimistas, esos ingresos traerán más pago de impuestos y, por ende, una retribución mayor. Si somos ilusos también podemos creer que los sueldos de los trabajadores de los restaurantes de la costa se duplicarán o aumentarán sustancialmente y que las propinas serán mayores.

Sería interesante que la DGI y el BPS nos cuenten, pasada la temporada, cómo aumentaron sus arcas por el aumento de ingresos por impuestos y aportes en el sector gastronómico. Lamentablemente, esto no va a pasar. También sería interesante que los empresarios gastronómicos nos cuenten exactamente cuánto ganaron en las temporadas pasadas y cuánto ganarán en la próxima, con números bien transparentes. Pero, lamentablemente, eso tampoco va a pasar.

Así que, básicamente, lo que nos piden estos empresarios y el gobierno que los apoya es que creamos en ellos ciegamente. Un golazo. Al mismo tiempo, comparan lo incomparable: la plata que van a hacer algunos con el impacto ambiental y la eficiencia energética de todo el país.


Con pala



En 2006 se realizó el cambio de hora de verano por primera vez y en 2007 (primera temporada en la que rigió el horario de verano) el turismo alcanzó la cifra récord (hasta ese momento) por ingresos de cerca de 800 millones de dólares.

Un año después, en 2008, las cifras del turismo volvieron a alcanzar un récord y el gasto de cada turista por día alcanzó los 71 dólares promedio. El año pasado el gasto de los turistas en promedio por día, según el propio Ministerio de Turismo, fue de 104 dólares.  

En pocas palabras, los ingresos del sector turístico han mejorado sustancialmente (con años mejores y peores, pero siempre por encima de lo que ganaban antes del cambio de horario) desde que se aprobó el cambio de horario de verano. Entonces, ¿a dónde va a parar ese aumento del consumo?

Basta ver los precios en los restaurantes de la costa los primeros días de enero para dilucidar a dónde fue a parar gran parte de esos ingresos: a los mismos “empresarios gastronómicos” que lloran para levantar más dinero en verano. Las otras partes de ese aumento de los ingresos son difíciles de rastrear y también de cuantificar. ¿Supermercados? ¿Locales y vendedores en las playas? ¿Los mismos restaurantes pero en horas del almuerzo? Tal vez esté divagando. Pero estoy usando las mismas herramientas de razonamiento que usa la Cámara de Turismo y ahora también el Ministerio.


Decisiones Políticas



La medida de suspender el cambio de hora de verano, propuesta hace años por el senador Pedro Bordaberry, hoy parece encontrar eco en la ministra de Turismo, Liliam Kechichián, y en el presidente Vázquez. Además, a diferencia de lo sucedido en años anteriores cuando Ramón Méndez estaba al frente de la Dirección Nacional de Energía del Ministerio de Industria, las voces de ese ministerio y de la UTE parecen no pesar tanto en el gabinete.

Años nos estuvieron hablando de los millones ahorrados en energía, de la importancia de reducir los impactos negativos en el medio ambiente y de la eficiencia energética en un mundo en el que los recursos naturales son realmente variables año a año, y ahora unos cuantos intereses empresariales tienen más peso.

Europeos, chilenos, australianos, brasileños, estadounidenses, la gran mayoría de los países que tienen aproximadamente las mismas horas de sol que nosotros recurren al cambio de hora en verano. Estamos hablando de los lugares que reciben más turismo a nivel mundial y sacan de este el mayor provecho.

Las excusas que puedan darnos desde el Poder Ejecutivo, si es que se molestan en darlas, no sirven para nada, son contradictorias con el relato construido en los últimos 10 años (a nivel nacional e internacional) y sólo ocultan una clara intención de favorecer a unos pocos en detrimento de muchos.

Cuando en tus dos semanas de licencia tengas que subir de la playa más temprano porque el sol ya se fue, no te enojes, pensá que vas a poder elegir entre dos turnos de un restaurante atestado de gente para comer un chivito y una coca a 700 pesos. Uruguay Natural le dicen.

Actualización:
Las autoridades de UTE explicaron, que, como el ahorro del verano pasado no fue tan grande (casi un millón de dólares), debido a que la mayor parte de la energía se generó en base a energía hidráulica no vale la pena cambiar el horario para asegurar ese ahorro en la próxima temporada.

Al parecer, inteligencia de UTE sabe con certeza que este verano vamos a tener las mismas reservas hidráulicas que en la temporada pasada. Esperemos que no se equivoquen.