Hace unas horas me crucé en la red (más específicamente en la cuenta de
Twitter del senador Jorge Larrañaga) con un video en el que personas más o
menos conocidas invitan a votar el próximo 23 de junio para habilitar un
referéndum sobre la Ley de Salud Sexual y Reproductiva.
Entre las personas que aparecen en el video, está Claudia Fernández.
¿Por qué reparar en ella y no en los otros personajes? Primero, porque como
persona que estudió comunicación y que algo entiende de medios y campañas
publicitarias, no me cuesta darme cuenta que es ella “el peso pesado” entre
quienes opinan en el video. Segundo, porque es ella quien en breve ocupará un
espacio central en la programación de uno de los tres canales privados de
televisión, bajando línea y metiéndose en la casa y en la cabeza de muchísimos
hogares y personas. Y tercero, porque debo admitir que me caía bien su
personaje televisivo, y hoy con cierto dolor, debo dar marcha atrás en mis
pareceres.
Cuando una figura pública que acostumbra a entretener a la gente y
hacerla pasar un buen rato se mete de lleno en aspectos tan íntimos e
ideológicos, puede llegar a tener un impacto fortísimo en la opinión de la
gente. Salvando las distancias, cuando Marcelo Tinelli o Susana Giménez opinan
en la vecina orilla sobre algunos temas, la gente puede escucharlos mucho más
que a cualquier científico, político o activista.
La utilización de figuras públicas en campañas políticas o sociales es
un arma de doble filo. Natalia Oreiro, por poner un ejemplo, participa en una
campaña que apoya el matrimonio igualitario o en otra de Greenpeace para la
conservación de las ballenas. Lo hace de una manera informada, puede brindar
argumentos válidos, da su opinión sin faltar a la verdad. En este caso, la utilización
de una figura pública parece ser positiva.
El caso de Claudia Fernández (extensivo a todos quienes aparecen en ese
video) es totalmente lo opuesto. Aquí la figura pública dice dos frases (que
son parte de un discurso lleno de imprecisiones) y en ambas ocasiones falta a
la verdad. O sea, le miente a la gente que mira el video, para convencerla de actuar de determinada manera.
Dice Claudia que “sólo así (aportando nuestro voto para llevar a
referéndum la ley de Salud Sexual y Reproductiva) vamos a tener el tiempo
suficiente de decidir si esta ley es buena o mala”. ¿Por qué? No encuentro
respuesta. ¿Por qué no tuvimos tiempo hasta ahora? ¿Por qué vamos a tener ahora
el tiempo que no tuvimos en los años que se discutió esta ley?
Y luego Claudia dice “el domingo 23 vota por tu derecho a decidir”. Si
no votas, inferimos, no estás ni decidiendo ni defendiendo tu derecho a elegir.
Una mentira más grande que una casa y que Claudia nos dice a la cara, con una
linda sonrisa, sin importarle que no tenga el más mínimo sentido.
No ir a votar el 23, ES decidir Claudia. Ir a votar es apoyar la
derogación de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva. Apoyar la derogación de la
Ley de Salud Sexual y Reproductiva es creer que las mujeres que se han
practicado abortos en este tiempo que la ley está vigente, son mujeres asesinas
y que por lo tanto deben ir presas. Apoyar la derogación de la Ley es decir que
de haber sobrevivido, Flavia debería estar presa.
No se habilita una discusión yendo a votar el 23. La discusión está
habilitada desde hace muchísimos años. Yendo a votar el 23, lo que habilitamos
es la posibilidad de quitarles un derecho a las mujeres Claudia. Tal vez no lo
pensaste bien, tal vez si lo pensaste bien. De cualquier manera, como una
figura pública que se mete y se meterá aún más en muchos hogares uruguayos,
como ciudadano, te pido más responsabilidad. Apoyar la penalización del aborto
no es tan malo. Mentir sí lo es.