martes, 18 de diciembre de 2018

Decir no para decir sí


Quince años atrás, los uruguayos y las uruguayas dijeron no va más a una serie de políticas y formas de conducir el país compartidas por los partidos tradicionales en el gobierno desde la salida de la dictadura militar.


La corrupción estaba metida en el sistema político de coalición que gobernó entre 1985 y 2004 y la pobreza y la exclusión crecieron alcanzando niveles insospechados en el comienzo del nuevo milenio, cuando los países vecinos, Brasil y Argentina, entraron en grandes crisis provocadas en gran parte por los gobiernos neoliberales que los gobernaban.

A veces hablar de aquel entonces se torna repetitivo y aburrido, pero cuando pienso que el año que viene votarán por primera vez personas que tenían apenas dos años cuando la crisis estalló y su memoria sólo les devuelve presidentes del Frente Amplio, lo repetitivo se torna un poco necesario.

En aquel entonces, hablar de aumento de salario era un delirio, pensar en conseguir trabajo de lo que habías estudiado era una pretensión sin lugar, pensar en conocer otro país era casi utópico.

Casi 20 años tardamos en decir no va más, nublados por los medios de comunicación que no nos contaban lo que realmente pasaba, aterrorizados con el regreso de una feroz dictadura si osábamos mirar siquiera para la izquierda, mal convencidos de que nuestro destino estaba invariablemente atado a las locuras que se hacían del otro lado del Río de la Plata.

Finalmente, como cuando el pueblo fue a las urnas en 1980 para decirle no va más a la dictadura militar, en 2004, luego de la más feroz crisis que haya vivido nuestro pequeño país, el pueblo fue a las urnas y dijo no va más.

A partir de ahí, vinieron 15 años de gobiernos frenteamplistas. En este proceso cayeron un montón de ilusiones acumuladas por personas de izquierda que venían luchando por este cambio de gobierno desde hacía mucho tiempo. Las expectativas chocaron con la realidad y no han sido pocos los que se han sentido defraudados por los gobiernos progresistas. No hubo reforma agraria, no se tocó profundamente la estructura productiva del país, no se hizo justicia con militares y civiles que torturaron, desaparecieron, robaron y asesinaron durante la dictadura y muchas otras cosas no pasaron.

Sin embargo, el trabajo que hicimos todos y todas y el que desempeñaron los tres gobiernos del Frente Amplio nos presentan hoy una realidad innegable que nos cuesta asumir como tal, como cuando llegamos a semifinales en Sudáfrica 2010 y no nos lo terminábamos de creer ¿se acuerdan?.

Uruguay es hoy un país cuya economía crece mientras sus vecinos se derrumban (una vez más) en políticas neoliberales y represivas que generan caída de la economía, más pobreza y exclusión. Sí, por primera vez nos dimos cuenta que si hacemos las cosas más o menos bien, los resultados serán diferentes.

Uruguay es también uno de los países menos corruptos del mundo, según Transparencia Internacional, ubicado en el puesto 23, empatado con Francia y superando a países como España, Italia, Portugal, Chile o Corea del Sur.

Uruguay es el único país del hemisferio, junto con Canadá, que tiene una democracia plena según el índice de democracia de The Economist, superando a países como Estados Unidos, Francia, Japón o Bélgica.

Uruguay es el noveno país del mundo en cuanto a libertades, según Freedom House, superando a países desarrollados como Estados Unidos, Alemania, Suiza o Dinamarca.

Puedo seguir: Uruguay es el país con mejores trabajos en América Latina según el BID, y en el que más han aumentado los salarios en el continente según la OIT. Nuestro país tiene la mayor velocidad de conexión a Internet de la región y es el país con más población conectada de América Latina superando a países como España, Portugal o Irlanda. Además, Uruguay es el único país de América Latina entre los gobiernos digitales más avanzados del mundo, según Naciones Unidas. También somos uno de los países con menor emisión de CO2 per cápita y con mayor porcentaje de uso de energías renovables en el mundo, según el Banco Mundial.

Todos estos indicadores son reales y sin embargo, no significan ni cerca que tengamos todo resuelto. Uruguay adolece de problemas clave, como cualquier otro país, que todavía debe enfrentar. Pero para hacerlo, se necesita un país en las mejores condiciones posibles, por esto, en 2009 y 2014 la mayoría del pueblo volvió a decir no a los avances neoliberales de los partidos tradicionales.

Tres elecciones consecutivas con las mismas propuestas y las mismas ideas por parte de una oposición que no ha dado nunca la talla, se traducen en tres derrotas incuestionables de las que parecen no haber aprendido nada (bueno). Hoy y en 2019, la estrategia es otra: si no puedes convencerlos de tu verdad, entonces miente.

A Macri le salió bien, cualquier promesa de su campaña ha sido incumplida. A Bolsonaro le salió bien, toda su campaña se basó en la más absoluta mentira. Parece que la realidad no debe ser un factor a tomar en cuenta, y así, no la derecha neoliberal, sino una más rancia, autoritaria y nacionalista parece levantarse de nuevo.

Ahora a los uruguayos y a las uruguayas nos toca algo que siempre nos costó hacer: cambiar el no, por el sí, y apostar a dar un salto de calidad que no solo nos termine de despegar de la región, sino que sirva como faro para todos aquellos en nuestros países vecinos que están sumidos en el desconcierto.

Este no puede ser un a más de lo mismo, es un a un cambio cualitativo, a un nuevo liderazgo dentro de la izquierda que tenga energía, que no tenga miedo a innovar y a probar nuevas y originales ideas. Ya no podemos subirnos a la locomotora de Brasil, porque se estrelló contra un muro de corrupción y autoritarismo. Ya no podemos esperar que los turistas argentinos nos salven en cada verano, porque sus vacaciones se han visto seriamente comprometidas por el largo invierno que han votado. Es tiempo de creer, como empezamos a creer en aquel mundial del 2010, que las respuestas están más que en nadie, en nosotros.



PD: Abandonen el hashtag #4FA, que esto no es un partido de fútbol. El triunfalismo es mediocridad y el 4 sólo recuerda que ya hubo 3 que no han podido con algunos temas espinosos de verdad. La alegría de vivir en un país como el Uruguay de 2018 tienen que ser de todas y todos, sino no vale la pena.

martes, 27 de noviembre de 2018

Los miedos y la primavera

La primavera es la mejor época para notar diferencias y salir de la caja del mal humor y el pesimismo. Porque sí, mucho tiene que ver cómo uno elige ver las cosas, como uno elige leer las realidades que nos cuentan.




Hoy, a poco menos de un año de las elecciones, se nos plantean dos relatos principales. Podemos ver el país que camina al precipicio, acorralado por la inseguridad, con una economía estancada y que mantiene vagos. Podemos reclamar que bajen el costo del Estado con un pegotín en nuestro auto y pedir que se vayan todos en grupos de Whatsapp o en comentarios de Facebook al tiempo que exigimos cosas tan extrañas como un sólo Uruguay, o vivir sin miedo.

Podemos entender, como dice un precandidato de la oposición, que este gobierno es “un fracaso rotundo”, podemos pedir que salgan los militares a las calles como pide otro precandidato, podemos intentar convencernos de que la corrupción ha tapado al país como quiere hacernos creer la única precandidata condenada por la justicia por querer quedarse con dinero que no era suyo o podemos proponer innovadoras medidas como eliminar la tolerancia cero al alcohol cuando se conduce un vehículo. Las opciones son muchas, pero todas coinciden en querer mostrar un país que no funciona y que va hacia el abismo.

Podemos también dar una vuelta por la rambla, el parque, la costanera o la plaza este fin de semana o el que viene y mirar a la gente. La memoria no es lo nuestro y no existía Facebook en el 2002 o en 1978 como para que nos recuerde lo que estábamos haciendo, sintiendo o pensando en aquellos momentos. Pero hacer el esfuerzo de pensarnos 10 años atrás, tal vez más, y sentir si estamos o no mejor, preguntarnos cómo nos sentíamos y cómo nos sentimos, puede ayudarnos a ver lo mismo de otra manera.

Hay un montón de circunstancias personales que pueden hacerte inclinar la balanza para el lado del pasado o para el lado del hoy. En estos años hubo amores, corazones rotos, hijos nuevos, carreras que despegaron y carreras que nunca pudimos terminar, hubo amigos que se fueron y antiguos pelotudos que siguen dando vueltas, robos, asesinatos, goles, mundiales, casamientos, celebraciones, y bares, cada vez hay más bares. Pero a parte de todo eso, hay un todo, el nosotros, el Uruguay, el resto, la política, las nuevas leyes, los nuevos hábitos. Los miedos cambiaron también. Entender los nuevos miedos es clave, porque son los que muchas veces nos llevan a actuar de tal o cual manera, los que nos hacen votar a tal o cual candidato.

El año que viene, mal que nos pese, hay elecciones. Digo mal que nos pese no por no ser fan de la democracia, sino porque tenemos que soportar que un montón de gente nos diga lo bien y sobre todo lo supuestamente mal que estamos.

Aunque parezca contradictorio, leer y escuchar medios de prensa y políticos y militantes llenos de eslóganes y frases vacías no nos va a ayudar a ver de qué lado estamos, qué miedo nos mueve, cómo nos sentimos hoy, como leemos todo lo que pasó en estos últimos años y qué queremos que pase en los próximos. No es ahí. No es navegando entre comentarios de odio en redes sociales, no es en el templo ni en el comité. Allí se juegan otros partidos. Allí te van a hablar de corrupción como si fuera un tema central, te van a intentar dar manija para que te violentes aún más, te van a llenar de promesas de humo.

El consejo es humilde y hasta puede ser caprichoso: aprovechá la primavera y salí a caminar por ahí el fin de semana. Mirá, sentí y pensá un poco. Tal vez encuentres la claridad que toda la campaña política que está por comenzar no te va a aportar.

domingo, 19 de agosto de 2018

La rambla de Montevideo está a la venta


Sí. Los más desconfiados siempre supieron que este momento llegaría, “todo y todos tienen su precio” aseguran. Los más ilusos no lo podemos creer y sorprendidos por la velocidad con la que se suceden los hechos, queremos hacer algo.

Pero primero, la historia (la voy a hacer cortita para no aburrir, el tema es mucho más simple de lo que parece). Como ciudadano, no había escuchado hablar de este tema y ahora, a unos 15 días de la votación definitiva en la Cámara de Diputados, me entero que esta iniciativa que promueve la enajenación (palabra engañosa que significa venta o cesión total de derechos) de dos predios de la rambla de Montevideo a un privado ya viene siendo impulsada por el gobierno, sin ningún ámbito participativo creado, desde hace un buen tiempo.

El Poder Ejecutivo envía al parlamento un proyecto de Ley hecho a la medida de un empresario, en el que solicita a este cuerpo enajenar (vender o ceder) por primera vez terrenos que pertenecen a la rambla de Montevideo, considerada patrimonio y espacio público.

Para hacer una terminal de pasajeros fluvio marítima no es necesario enajenar nada, pero parece que el privado que la quiere hacer, además quiere hacer un hotel cinco estrellas, un shopping y un gran estacionamiento, y para eso sí es necesario más terreno y tener la propiedad sobre el mismo.

Allí fueron, en diciembre del año pasado, los senadores y senadoras del Frente Amplio y del Partido Nacional y votaron a favor de entregar estos terrenos a un privado. ¿Sorprende? Sí, claro, pero en aquel entonces la noticia pasó pertinentemente desapercibida. Ninguno de los senadores y las senadoras del Frente Amplio que votaron a favor de vender o regalar a un privado predios de la rambla fundamentó su voto o explicó públicamente por qué apoyó esta iniciativa.    

¿Raro? Sí. Pero el trámite siguió. Luego se quiso lograr que la aprobación de la Cámara de Diputados fuera incluida en la Rendición de Cuentas, junto con miles de temas más, pero alguien con un poco de cordura propuso separar el debate y así llegamos hasta hoy, o mejor dicho, a la primera semana de setiembre, cuando se espera que la cámara baja termine de votar esta ley.

¿Por qué enajenar estos predios? La rambla está plagada de concesiones que se dan y se quitan sin poner en cuestión la propiedad de la tierra, que junto al mar y en Montevideo, es de todas y todos. Pero aquí el gobierno quiere hacer una excepción y quiere hacerlo sin discutir, disfrazando este proyecto de Ley en un debate sobre la ubicación de una terminal de barcos de pasajeros.

Lo que pasan por alto, lo que no está discutido en ningún acta o versión taquigráfica del Parlamento, es si está bien o no vender un pedazo de la rambla. El espacio público que mayor inclusión genera, que aporta más a la convivencia, que más define al habitante de Montevideo, abre aquí sus puertas a la privatización y a la venta, creando un antecedente que traerá sin dudas muchos casos más.

El debate sobre el patrimonio y el cuestionable trabajo de la Comisión Nacional que debe velar por el mismo, el debate sobre el impacto ambiental, el debate sobre el proyecto arquitectónico, el debate sobre el estado actual de esa porción de rambla que quieren vender.  Todos esos debates vienen después, son ínfimos o al menos muy secundarios ante el verdadero problema: la privatización de un espacio históricamente público y que define a la ciudad y sobre todo a su gente. ¿Qué vendrá después? No podemos votar un proyecto particular sin pensar en sus repercusiones.

¿Qué podemos hacer? No mucho, cuando la fuerza política que dice defender los intereses del pueblo se torna contra él, la desesperanza gana terreno. Sin embargo, los vecinos de la zona se han estado movilizando, han solicitado entrevistas con el presidente del Frente Amplio y con algunos legisladores y están juntando firmas en papel para presentar ante la fuerza política. Además, nosotros estamos impulsando la suma de voluntades online e intentando llevar este debate al ámbito público, donde creemos que siempre debería haber estado.




La velocidad con la que se suceden los hechos no nos exime de nuestras responsabilidades como ciudadanos y ciudadanas. Desde Pensá Un Poco creemos que vale el intento. Sabemos que desde algunos grupos del Frente Amplio se han planteado reparos a esta iniciativa privatizadora, pero también sospechamos que, si el Frente Amplio da libertad de voto a los representantes del oficialismo, con unos pocos votos y con el apoyo permanente a la privatización del Partido Nacional, la ley será aprobada y seremos testigos de cómo nuestra querida rambla empieza a cambiar. Será un gran momento histórico, de esos bien tristes.

domingo, 5 de agosto de 2018

Cuadernos por derechos



En menos de un año, todo cambió. Pasaron las elecciones legislativas de medio término y muy rápidamente el velo empezó a caer, casi como en la más obvia de las jugadas de manual.

Primero los despidos masivos y la flexibilización laboral, que no es otra cosa que el recorte de los derechos del trabajador. Luego vino la reforma previsional (recortes para los jubilados) y la salvaje represión. Nos acordamos de Santiago Maldonado, de Milagro Sala, pero esta vez la salvajada era en el microcentro de la capital porteña. No paró ahí, el 2018 comenzó con cierres de escuelas y conflicto con los docentes, como no podía ser de otra forma. De ahí pasamos a la disparada del dólar que dañó aún más el poder de compra tan menguado de los argentinos y para terminar con eso, la vuelta al FMI. Todo esto mientras nos vamos enterando de las offshore del presidente y sus amigos, todo esto mientras nos vamos enterando de cómo María Eugenia Vidal y sus amigos usurparon identidades de los más pobres para lavar dinero en la campaña política, todo esto mientras el presidente Macri anuncia sonriendo que los militares vuelven a las calles.

Pero las jugadas de manual se repiten y parece que una vez más alcanza con globos amarillos, esta vez en forma de cuadernos, testigos con crisis de conciencia, valijas que vacían países en una trama digna de las peores series policiales, pero que surte efecto hasta en los más inteligentes. Antes de que nos demos cuenta, los derechos perdidos, la miseria, el robo y la corrupción imperantes, la represión del Estado, todo, absolutamente todo queda tapado por una historia que ni un niño debería creerse, pero que contada por los grandes medios, una vez más nos hace ver que somos bastante más estúpidos de lo que creíamos.

Mientras tanto, allá está Dilma sin poder ser la presidenta que los brasileños querían que fuera, está Lula preso por un apartamento que nunca tuvo, está Bonadio creando historias para que Cristina Fernández caiga presa de una vez y no pueda participar más en ninguna elección.

Si el espejo enorme de Argentina y Brasil no nos sirve para dejar de hablar de cuadernos como si habláramos del último capítulo de Game of Thrones, si no empezamos a pensar en cuidar los derechos y la vida ganada, el año que viene vamos a pasarla muy mal.

En la otra orilla, mientras luchan por conquistar nuevos y necesarios derechos, los derechos ya conquistados se pierden todos los días. Vos seguís viendo por TN una ficción que ya sabés cómo va a terminar, pero te encanta. Al final, esto de pensar un poco no está haciendo efecto.

martes, 31 de julio de 2018

La prensa y la empresa



Una prensa fuerte, independiente de los grandes poderes y formada, es un pilar fundamental para una democracia saludable. No parece haber nadie que discuta esto. Hace pocas semanas, el periodista y director del Semanario Voces, Alfredo García explicaba por qué su empresa se sumaba a “un comunicado de la mayoría de los medios de prensa de alcance nacional planteando la crisis que los diarios y semanarios uruguayos están viviendo” y proponiendo “que el Estado y los principales actores de la prensa desarrollen en conjunto un esquema de medidas que sirvan para apoyar a este sector…”.

Según García, “el papel de la prensa no es sólo informar, es formar ciudadanía y desarrollar lectores críticos que no se conforman con una sola versión de los hechos ni una opinión político-ideológica. Soy de los que cree en que una república sin partidos políticos y sin prensa escrita es renga. Soy de los que sostengo que una sociedad sin una enorme diversidad de medios es tuerta. Soy de los que reafirma la vigencia de la prensa escrita como generador insoslayable de contenidos, aunque después se vean, lean o escuchen en cualquier otro soporte mediático. Por todo eso es que VOCES se integró a ese llamado de alerta de la semana pasada, porque estamos a tiempo que Uruguay cuide nuestra prensa y no se vuelva una democracia muda”.

En otra columna, esta vez del diario El País, Antonio Mercader sentencia que “el gobierno debería reflexionar sobre este tema dado que un país sin una prensa sustentable, libre y plural tiene su futuro amenazado”.

Está claro que ninguno de los medios firmantes del comunicado (Brecha, Búsqueda, El Observador, La República, El País, Caras y Caretas, Crónicas y Voces) ha descubierto una buena manera de transitar el camino del mundo de papel al digital y que tampoco han podido desarrollar modelos de negocio realmente sostenibles (someter su existencia a una suscripción, como hace la diaria por ejemplo, sería la muerte para muchos de estos medios por su poca cantidad de lectores).

Pero este artículo no busca abordar la coyuntura del negocio y la situación de las empresas, aquí lo que me interesa es cuestionar es el verdadero aporte de éstos medios a la vida democrática del país y a la formación de ciudadanía.

Miremos a los costados. Un ejercicio que nos ha servido (al menos hasta ahora) para zafar relativamente del nuevo embate neoliberal en la región que ya genera más pobreza, más exclusión y más desigualdad. Miremos a nuestros vecinos: Argentina y Brasil. Es muy difícil que alguien pueda poner en cuestión que las grandes empresas detrás de sus grandes (en relación a su alcance y su tiraje, no a su calidad, por supuesto) diarios, Clarín y La Nación en Argentina y Folha y O Globo en Brasil han realizado un muy pobre trabajo formando ciudadanía y fortaleciendo democracia desde que finalizaron las dictaduras en ambos países. Por el contrario, uno podría decir que han aportado mucho a generar sociedades desinformadas, favoreciendo intereses particulares y promoviendo el debilitamiento democrático que desembocó en un quiebre institucional en Brasil y en un (nuevo) brote de desigualdad y exclusión en Argentina.

Analicemos detenidamente las portadas de estos diarios, sus sitios web, sus satélites en televisión y radio cualquier día y podremos verificar que su aporte a la generación de una ciudadanía con más herramientas para decidir, más informada y más democrática es nulo, o más aún, negativo.

¿Y qué pasa en Uruguay? Qué podemos decir de los medios que firman esta carta. Bueno, me cuesta mucho creer que por el sólo hecho de que tu empresa sea un diario, un medio de comunicación, ya estés contribuyendo a los fines máximos de la prensa: informar, revelar, construir ciudadanía, velar por la democracia. No, hace falta mucho más que eso.

Me tiento a discriminar entre el trabajo de unos y otros, a determinar por qué algunos de estos medios son considerados (por mí) fundamentales en el aporte periodístico al país y a la sociedad y otros no. Entiendo también que aquí cada uno tendrá su opinión y que no debe ser el Estado y mucho menos el gobierno quien diferencie a unos de los otros. Empiezo a imaginar cómo desde la ciudadanía podríamos promover el apoyo a unos y negar el apoyo a otros. No encuentro una solución que me parezca adecuada.

Si el gobierno de turno o el Estado se definen a apoyar con medidas, con subsidios o con lo que sea a este sector empresarial, sería bueno que lo haga con el fin de auxiliar a empresas que no están logrando hacerlo bien con sus cuentas, con el fin de cuidar puestos de trabajo. Pero el verso de que cualquiera de las empresas firmantes (tal vez a excepción de Brecha y Búsqueda) es indispensable para la construcción de ciudadanía y para la buena salud de la democracia es algo que deberíamos dejar de repetir. Ni uno, ni todos. La pluralidad de voces en la prensa es fundamental, pero para autollamarse “prensa” hay que hacer mucho más que imprimir un diario.






lunes, 19 de febrero de 2018

Nos vemos en las urnas


Alguien lo tenía que decir, y lo dijo el presidente. “Nos vemos en las urnas”.

Una frase suelta en un hecho bochornoso pero que tiene mucho de simbólico. Hasta acá llegamos con este juego de que los que protestan dicen ser “del campo” y los demás les creemos. Esto no se resuelve con medidas anunciadas desde el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca, se resuelve en las urnas. Otra lectura de la frase: somos un país democrático, y vamos a resolver esta confrontación política en las urnas, cuando lleguemos a las elecciones (porque vamos a llegar a las elecciones).


Después de años de intentos tristemente fallidos, la oposición política empieza a mostrar cartas realmente interesantes, o mejor dicho, efectivas. Una movilización contra las políticas sociales y con reclamos generalmente irreales pero que se legitima a través “del campo” “el agro” y finalmente con la bandera nacional de fondo “un sólo país”; casos de acomodo que salpican al Frente Amplio y que caen en un discurso totalmente construido de “corrupción política”; varios hechos sucesivos realmente violentos entre los que destaca el terrible asesinato de la joven que trabajaba en el supermercado y que refuerzan la retórica de la “inseguridad”. Tres patas bien paradas sobre una economía que aún no vuelve a crecer con fuerza. Reducir el Estado, acabar con la corrupción imperante, terminar con la inseguridad. Nada nuevo bajo el sol, pero esta vez parece que funciona.

No entraré en detalles sobre cómo fue la caída del kirchnerismo o la entrada en desgracia del chavismo. Lo importante es que en ambos casos las principales herramientas para orquestar estas caídas fueron aportadas por el propio kirchnerismo y chavismo respectivamente. A no repetir errores.

En el contexto regional actual, tres palabras “Estado”, “Corrupción” e “Inseguridad” bastan para que se asocie el discurso con los gobiernos antes mencionados de Argentina y Venezuela. Y eso, con el siempre exquisito adobo de los medios tradicionales o conservadores, ya es suficiente. El discurso es, una vez más, clave para el destino de una sociedad. Y por primera vez en muchos años, a pesar de la total falta de carisma que profesan sus principales líderes, la oposición puede sentir que está asestando verdaderos golpes.

Mientras tanto el Frente Amplio, siempre con problemas a la hora de construir discurso, de disputar relato y de comunicar efectivamente, empieza a parecer un boxeador ciego golpeado en la oscuridad. Lamentablemente, probando soluciones cada vez más a la derecha.

Para algunos de nosotros, es fácil entender que si el Frente Amplio encuentra la solución a su ceguera moviéndose hacia la derecha, no importa si gana o pierde en las urnas ante la oposición política, para los que somos de izquierda, siempre será una derrota.

La imaginación vuelve a ser clave. También la resistencia. Al parecer este partido no se gana jugando a la defensiva.