domingo, 27 de diciembre de 2015

Los amargos



Qué buen año este año. Lo digo al recorrer las redes sociales amigas. Este año lloramos porque las mamparas de los taxis son un peligro, porque las baldosas rotas de la Ciudad Vieja se cambiaron por un piso gris, porque los estudiantes no prestan atención y miran todo el día su celular, porque subió una vez más el boleto, porque penal para Nacional, porque no hay salvavidas en Rocha y porque los chilenos se robaron una Copa América.

Lloramos por todo eso y por mucho más. Lloramos por unos perros en la Colonia Etchepare, que resultó que estaba en San José y no en Montevideo como algunos creían. Lloramos por “lo caro que está todo” y por lo ineficiente que es todo. La verdad es que lloramos bastante este 2015. No sé si más o menos de lo que lloramos otros años, pero nos pegamos unos buenos llantos en tweets, estados de Facebook, comentarios de noticias en portales y cadenas de Whatsapp.

Uno supondría que después de tanta catarsis, y de unas merecidas vacaciones en la costa, vamos a volver un poco más relajados, optimistas y proactivos. Pero lo cierto es que año a año, y especialmente en este 2015, la mala onda nos va ganando la pulseada. Está bien, no somos la alegría brasilera ni somos cancheros como los argentinos, pero creo que nos estamos pasando de amargos.

¿Qué es lo que nos está poniendo así? ¿Qué nos está robando el optimismo que habíamos cultivado en los últimos años? ¿Dónde está nuestra calma alegría que tanto nos acompañó una vez que dejamos atrás la crisis?

Tengo varias teorías. Una depresión post dos mundiales intensos (el del 2010 y el del año pasado). Una especie de resaca después de un año electoral con candidatos que no convencen ni emocionan. Un bombo de los medios de siempre que lloran crisis y conflictos todo el día todos los días. La impresión de que las cuentas de las tarjetas de crédito son cada vez más difíciles de remar. El cambio horario que no fue y nos amarga un tanto el verano. Y mi teoría preferida: una mezcla de todas las anteriores sumada a nuestra tendencia al negativismo como nación.

Más allá de todo eso, mi deseo para el 2016 (y ahora me siento una Miss Universo en pleno discurso) es que dejemos de meternos el palo en la rueda a nosotros mismos, al menos un poco.

Si pudiéramos evaluar nuestra calidad como ciudadanos/consumidores/usuarios, estaríamos entre los últimos del ranking. Porque para mirarnos el ombligo con autocrítica somos bastante malos. El gobierno, la educación, la oposición, la clase política, los medios oligarcas, los sindicatos, los corporativismos, los empresarios, los villanos de turno, los dirigentes de la FIFA, los otros, siempre los otros, nunca somos nosotros.

En tiempos dónde la gestión y la eficiencia parecen ser claves para el desarrollo (sea lo que sea que quiera decir desarrollo), nosotros, los dueños de la queja, la estamos gestionando para el culo y por lo tanto, la queja está siendo sobre todo, ineficiente.

Si los partidos políticos de siempre ya no nos representan, tendríamos que empezar a pensar en unos nuevos. Si los empresarios mafiosos nos molestan, tendríamos que hacerles entender que viven de nuestro boleto. Si el precio de las cosas está por las nubes, tendríamos que molestarnos en entender cómo se forman esos precios y a quién hay que ir a golpearle la puerta para que se deje de hacer el vivo. Si el fútbol es un negocio, tenemos que dejar de ser consumidores y empezar a ser más hinchas. Si los trabajadores organizados se hacen los vivos, nosotros, que somos sus pares, deberíamos señalárselo. Si los medios no dejan de venderte las mismas mentiras habrá que cambiar de canal o apagar la tele. Es tanto lo que hay para hacer.

Hay que juntarse más. Organizarse mejor. Elegir las peleas. Buscar los equilibrios. Hacernos cargo de lo que nos toca: somos los ciudadanos/consumidores/usuarios. No somos un objeto. Somos mucho más que una masa gris que se queja en las esquinas virtuales y en las reales. Para los poderosos, nada más peligroso que una sociedad organizada, con buena autoestima y dueña de la calle.


lunes, 30 de noviembre de 2015

Next: Venezuela

Ya pasaron las elecciones presidenciales en Argentina. Pero antes de que termine el año tenemos dos paradas más importantes para Iberoamérica: el 6 de diciembre se realizarán las elecciones legislativas en Venezuela y para casi Navidad llegarán las presidenciales españolas.


El foco mediático y también político se posa ahora en la Venezuela de Maduro y en unas elecciones que hacen mucho más ruido que de costumbre. Podrían ser las primeras en casi 20 años que pierda el chavismo, justo cuando poco queda de él.

No se trata de analizar la política interna de un país del que poco sabemos, a pesar de toparnos casi a diario con un título maltrecho. Más bien se trata de no analizarla, no al menos con las herramientas que nos dan en bandeja.

Opinar sobre lo loco que está Maduro o lo violento que puede ser el “régimen” chavista no vale la pena cuando lo único que leés son titulares de medios asquerosamente opositores al gobierno democráticamente electo en Venezuela. Nada que vaya desde El País de Madrid hasta Infobae, pasando por la cada vez más dolorosa CNN o cualquier medio de derecha uruguayo puede darte a ti o a mí la más mínima idea de objetividad o al menos imparcialidad. Por eso, antes de opinar, es mejor leer.

Con esto no estoy diciendo que el gobierno de Maduro haga las cosas bien, no estoy diciendo que Venezuela esté en un buen momento y mucho menos estoy sugiriendo que lo que queda del chavismo debe mantenerse en el poder a como dé lugar. Estoy más cerca de pensar lo opuesto, pero no a cualquier precio y no guiado por unos cuantos titulares que dan vergüenza a cualquiera que haya querido un poco a la profesión de periodista.

No podemos permitir que una fuerte movida mediática impulsada por la derecha (con mucho olor a golpista) venezolana, las nuevas derechas latinoamericanas y un Washington disfrazado de OEA (besito para Almagro) que nunca le tuvo mucha simpatía al chavismo nos convenzan de que:

1). Si las elecciones legislativas no las gana la derecha, entonces hay fraude.
Venezuela tuvo decenas de procesos electorales desde que Chávez llegó al poder. Todos ellos contaron con observadores internacionales y fueron catalogados siempre como de los procesos electorales más transparentes del mundo entero.

2). Si  hay muertes, son las manos de Maduro las que estarán manchadas de sangre.
Muchas veces la derecha venezolana ha intentado imputar al gobierno democrático de muertes que, con el tiempo, hemos podido comprobar que eran total responsabilidad de grupos de ultraderecha.

3). Si las elecciones legislativas son ganadas por la derecha, entonces cae el gobierno de Maduro.
Dilma Rousseff gobierna en minoría parlamentaria, Cristina Fernández lo supo hacer, Macri lo hará y en España el dinosaurio Rajoy también. Maduro fue elegido democráticamente para gobernar hasta 2019 y una salida anterior sólo supondría una ruptura de la democracia venezolana.

4). Y por último, que la victoria o derrota del partido de Maduro en las elecciones venezolanas significa un triunfo o derrota de los partidos conservadores o el progresismo en el resto de la región.

Cada derecha tiene la izquierda que se merece y viceversa. No me preocupa un presidente que dice hablar con los pajaritos. Yo tuve uno que se pasó años hablando con hormigas y ahora es un rockstar de la política mundial. Lo que preocupa es Venezuela.

domingo, 1 de noviembre de 2015

El Mejor Candidato




El Mejor Candidato es el que tuvo 2.111.830 votos en Chile, 1.104.169 votos en Paraguay, 8.382.610 votos en Argentina, 51.041.155 votos en Brasil y 955.741 votos en Uruguay. Entre los cuatro países fundadores del Mercosur y Chile, más de 40% de los votos emitidos entre 2013 y lo que va de 2015. Posiblemente, lleguen algunos millones más desde Argentina este mes.

Un único candidato con varios rostros pero la misma ideología. Bueno, a este candidato no le gusta hablar de ideología, sino de ideas. Es verdad, muchas veces se le critica su falta de ideas, pero la palabra ideología a él le suena izquierdosa, vieja, pesada.

Un candidato liberal, neoneoliberal, la evolución pop, fresca, light y sin corbata de los viejos líderes de los 90. Con chapa de éxito en el mundo de los negocios, con ganas de dejar de una vez por todas el pasado atrás y mirar hacia un futuro brillante, lleno de smartphones y gente bien. A mí me gustan los smartphones y la gente de bien, tal vez debería pensar en votarlo.

La región se metió en un proceso de izquierdas en los últimos 15 años. Y 15 años para los desmemoriados es mucho tiempo. Parece que ya es hora de volver a darles el poder a quienes siempre lo tuvieron. Quince años de crecimiento nos hacen querer más. Queremos “un nuevo rumbo” “por la positiva”, para que “cambiemos” y “ganemos juntos”.

Por eso, en los últimos dos años, más de 40% de la región votó al Mejor Candidato. Lo votaron en San Pablo y Río Grande del Sur, los Estados ricos de Brasil, lo votaron en Pocitos y Carrasco, lo votaron en las provincias más ricas de Argentina y ganó por lejos en la exclusiva zona de Las Condes en Santiago de Chile.

Neves, Lacalle Pou, Macri, Matthei o Cartes. Hay que tomarse el trabajo de leer los programas con los que aspiran o aspiraron a presidir sus países. Encontrar conceptos diferentes entre uno y otro se torna un trabajo parecido al de buscar a Wally en una multitud.

La Derecha es la derecha. Está más cerca del poder de lo que nunca ha estado en la última década. Cada día que pasa es un día más para que olvidemos lo que supieron hacer y para que nos dejemos convencer por las burbujas efervescentes y pop, pero burbujas al fin, del Mejor Candidato.

Mientras tanto, el progresismo, corrido a la fuerza de Paraguay, salpicado por la corrupción en Brasil, desteñido en Chile, agotado en Argentina, mareado en Uruguay, no sabe muy bien cómo sacar la foto de lo que está pasando. Al Mejor Candidato se lo combate con ideas y con ideología. Y con una aguja para pinchar burbujas.

martes, 25 de agosto de 2015

Discutir (o no) la educación


Antes que nada, el conflicto que se está desarrollando en estos días es, sobre todo, un conflicto salarial. Aquí no se juega del todo el 6% del PBI para la educación y tampoco se discute sobre la calidad del sistema educativo.
 
El ministro de Economía, Danilo Astori, afirmó que el presupuesto destinado a la educación alcanzará el 4,7% y el 4,8% del PBI este año y el próximo, el 5% en 2017 y al finalizar el mandato en 2020 estaría en 6%. Creer o reventar. También aseguró que casi 40% del aumento presupuestal irá a parar a la educación.

¿Tiene margen para mejorar esas cifras el gobierno? ¿Podemos aspirar a 6% para la educación ya? Ni el gobierno ni los sindicatos de profesores y maestros están discutiendo esto ahora. Lo que están discutiendo ahora es cuánto podremos subir los salarios de la educación en los próximos dos años.

Los salarios actuales son información pública a la que cualquiera puede acceder. Como mínimo, un maestro está ganando por 20 horas de clase 21.000 pesos (nominales), mientras que un profesor de primer grado gana 20.800 pesos (nominales) por 20 horas de clase.

Los maestros de Montevideo piden un aumento que lleve el salario mínimo por 20 horas de trabajo a 30.000 pesos cuando termine el quinquenio.

El gobierno firmó un acuerdo en el que asegura tener la intención de llevar el salario mínimo por 20 horas a 25.000 pesos cuando termine el quinquenio, “sin perjuicio de que la posibilidad de seguir avanzando (después de los dos años que abarca este convenio) dependerá de la evolución de la situación macroeconómica”.

He ahí la mayor diferencia entre el gobierno y los sindicatos, que ha llevado a unos a anunciar días de paro y movilizaciones y a otros a decretar la esencialidad de la educación por 30 días.

Cronología para entender

La dirigencia de los sindicatos de la educación firmó el viernes un preacuerdo con el gobierno que fue rechazado el fin de semana por las asambleas de los distintos gremios de profesores y maestros.

Una cosa a tener en claro: los propios dirigentes de la educación que negociaron con el gobierno y firmaron el preacuerdo no supieron representar a las asambleas que un día después rechazaron lo firmado. Es difícil negociar con un gremio de esa forma y la representación de esa cúpula gremial queda duramente cuestionada*.

“El acuerdo alcanzado el viernes es bueno, no logramos lo que queríamos pero nos arrimamos bastante”, dijo el viernes la secretaria general de la Federación de Magisterio, Elbia Pereira. Nada que ver.

Al rechazar este acuerdo, los gremios convocaron al paro y pidieron adelantar la mesa de negociación prevista para el lunes bajo la dudosa consigna “negociar movilizados y movilizar negociando”.

Ante esta situación, el gobierno anunció el decreto de esencialidad para la educación, algo que no se había hecho en 30 años de democracia (y con huelgas docentes mucho más fuertes y prolongadas).

“Con dolor tuve que firmar la declaración de esencialidad de los servicios de educación pública. Queremos garantizar el acceso a la educación de los jóvenes y niños de este país, entendiendo que es un derecho humano fundamental”, dijo el ministro de Trabajo, Ernesto Murro.

Es triste. Las huelgas de los 90 apoyadas por el Frente Amplio al parecer no lesionaban el “derecho humano fundamental” de acceso a la educación, que sí hacen las huelgas de hoy. No hay manera de no leer esto como un doble estándar.

Y no, un paro de una semana o más no lesiona el acceso a la educación. No nos vamos a engañar a nosotros mismos repitiendo eso.

“Estamos hablando de que también se alimentan 250.000 niños en la educación, que cuando hay paro no acceden a estos servicios”, explicó Murro. Más desconcierto aun causa este tipo de declaraciones. ¿Qué se intenta hacer? ¿Culpar a los maestros porque cuando hacen paro los niños pasan hambre? ¿Qué pasa todo el verano, Murro? ¿Los niños no comen en todo el verano? ¿La culpa es de los maestros? Parecen declaraciones de cierto editorial de algún diario conservador, no de un ministro de Trabajo, que, su historia lo asegura, siempre ha defendido los derechos de los trabajadores.

El decreto de esencialidad es la decisión más absolutista que vio este país desde que cierto presidente decidió vetar una ley aprobada por el Parlamento Nacional porque no le gustó.

Entre reclamos salariales que ya no son lo que eran antes, medidas gremiales, reacciones desmesuradas por parte del gobierno y declaraciones muy poco felices, nos vamos olvidando de las cosas importantes. Los compromisos de gestión no tienen un papel importante en las negociaciones, los debates de ideas sobre cómo hacer de nuestra educación pública una mejor educación pública tampoco.

Decir que “los que pierden son los niños y adolescentes que no tienen clase” es simplificar las cosas tanto que quién lo diga se merecería un cono de helado en la frente. Acá perdemos todos. Y no por los paros. Perdemos porque no estamos sabiendo discutir.

*Algunos de los dirigentes que firmaron el preacuerdo presentaron sus renuncias en las últimas horas.

sábado, 25 de julio de 2015

O inverno está chegando


Podemos contar, a simple modo de relato, que en América del Sur hubo una primavera. No fue como la árabe, fue mucho más real. Alcanzó las urnas desde Venezuela hasta Tierra del Fuego y cambió de signo al poder político.

Cada país del continente la vivió a su manera, con la moderación que siempre envuelve a Chile, con la radicalidad con que siempre respiran los argentinos, con un fuerte componente indigenista en Bolivia y con la esperanza de un país continente en Brasil.

Fueron más de diez años en los que las economías crecieron en términos reales y se observó una mejora en la distribución de los ingresos. Sesenta millones de latinoamericanos abandonaron la pobreza a partir de esa primavera, que luego se convirtió en verano y ahora está instalada en el otoño. Veinte veces la población de nuestro país. Esa fue la cantidad de seres humanos que abandonaron la pobreza en estos años.

Miremos el barrio. Chávez se fue y en su lugar quedó Maduro. A Lugo lo fueron y en su lugar quedó Cartes. En Chile se fue Bachelet y asumió Piñera. Luego volvió Bachelet pero más parecida a Piñera que nunca. ¿Por qué?

¿Cómo convencemos al viejo rico y al nuevo rico de que debemos seguir redistribuyendo? No es fácil. Cada vez es más difícil.

En Argentina el kirchnerismo dejará la Casa Rosada este año y en su lugar todo indica que quedará el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, o, más a la derecha aún, Mauricio Macri. Pase lo que pase, la apuesta por la distribución de riqueza tiene los días contados. No es alentador el panorama si miramos hacia el Río de la Plata, pero ¿qué pasa si miramos al Norte?

En Brasil, el gigante de la región, el país que impacta de mayor forma en nuestro pequeño Uruguay, hay muchas cosas pasando.

Hay una presidenta que decía ser progresista, pero a la que se le han escapado muchas cosas de las manos. Una presidenta con una aprobación menor a 8%, con una fuerte oposición interna, rodeada de casos de corrupción y enfrascada en una batalla por controlar los índices económicos, una presidenta a la que poco se le puede pedir. No podemos sorprendernos si en los próximos meses somos testigos de al menos un intento de juicio político.


Del Parlamento brasileño podemos esperar todavía menos, mucho menos. Allí, donde hace unos años estallaba el escándalo del Mensalão (con coimas a legisladores de todos los partidos), nada parece haber cambiado. La bancada del buey, la bala y la biblia (que reúne legisladores que abiertamente le hacen los mandados a los sectores terratenientes, armamentísticos y evangelistas) ha dado varias muestras de estar dispuesta a todo para defender los intereses más conservadores (solo basta ver la vergonzosa votación de la baja de la edad de imputabilidad).

Lo cierto es que en Brasil, como en el resto del barrio, el progresismo está mostrando cada vez más grietas. Un enfriamiento de las condiciones internacionales favorables, una cantidad considerable de población con nuevas necesidades y la derecha siempre sedienta de poder van provocando erosión en un bloque que alguna vez fue progresista y que ahora apenas puede funcionar como un muro de contención ante el conservadurismo.

Porque es eso lo que avanza y agrieta. El sentir conservador que trae consigo al invierno que está llegando.

¿Junto con Néstor Kirchner, Lula, Chávez y Lugo o junto con Scioli, Cartes, Maduro y Dilma? ¿En qué foto se sentirá más cómodo nuestro presidente? Las señales de marzo hasta aquí, lejos de hacernos pensar que Vázquez encabezará el resurgir del progresismo en la región, nos señalan que será un gran colaborador de los intereses conservadores.

Tal vez, para aquellos que no estamos muy cómodos con este invierno, sea tiempo de ir pensando en cómo volver a generar una primavera, con otras herramientas y desde otra base. Mientras tanto, pueden sentarse a ver hasta dónde los sectores una vez progresistas de nuestra América del Sur pueden traicionar sus bases ideológicas con tal de quedarse un segundo más en el poder. 

sábado, 4 de julio de 2015

Cambio de hora

Hace unos días la Cámara de Turismo anunció que el Poder Ejecutivo no realizará el habitual cambio de hora entre octubre y marzo, que se realiza desde 2006.
Lo anunció a los medios un empresario, presidente de la Cámara de Turismo, y luego lo confirmaron las autoridades del Ministerio de Turismo.

El horario de verano no se definió para favorecer o afectar al sector turístico, pero, sin embargo, la decisión del gobierno de Vázquez se basa en las presiones que desde hace años ese sector empresarial está realizando. Hasta ahora no escuchamos a la ministra de Industria ni a las autoridades de UTE hablar de esta decisión de Vázquez (ver actualización al pie).

La decisión, que explicó muy vagamente tanto el empresario del turismo devenido vocero del Consejo de Ministros como las autoridades de la cartera de Turismo, se basaría en que es mucho más lo que pierde el sector gastronómico en temporada (aseguran que debido a las pocas horas de oscuridad, sólo pueden hacer un turno de cocina en los restaurantes, y no dos, como solían hacer) que lo que gana el país en ahorro energético.

La argumentación, asumo, es tan escueta para evitar revelar la total falta de fundamentos. Al final uno hubiera preferido que le digan: “la verdad es que queremos hacerles un favor más a los amigos empresarios del sector gastronómico”. Mucho más claro y, sobre todo, honesto.


Comparando incomparables



El razonamiento de que se gana menos con el horario de verano que sin él hace agua por todos lados.

El ahorro de UTE es un ahorro de todos los uruguayos, impacta en los resultados financieros de una empresa de todos los uruguayos, en la eficiencia energética de todo el país y en el medio ambiente.

La ganancia que puede llegar a generar un regreso al horario de invierno será para algunos empresarios. Sí, de manera indirecta, y si queremos ser optimistas, esos ingresos traerán más pago de impuestos y, por ende, una retribución mayor. Si somos ilusos también podemos creer que los sueldos de los trabajadores de los restaurantes de la costa se duplicarán o aumentarán sustancialmente y que las propinas serán mayores.

Sería interesante que la DGI y el BPS nos cuenten, pasada la temporada, cómo aumentaron sus arcas por el aumento de ingresos por impuestos y aportes en el sector gastronómico. Lamentablemente, esto no va a pasar. También sería interesante que los empresarios gastronómicos nos cuenten exactamente cuánto ganaron en las temporadas pasadas y cuánto ganarán en la próxima, con números bien transparentes. Pero, lamentablemente, eso tampoco va a pasar.

Así que, básicamente, lo que nos piden estos empresarios y el gobierno que los apoya es que creamos en ellos ciegamente. Un golazo. Al mismo tiempo, comparan lo incomparable: la plata que van a hacer algunos con el impacto ambiental y la eficiencia energética de todo el país.


Con pala



En 2006 se realizó el cambio de hora de verano por primera vez y en 2007 (primera temporada en la que rigió el horario de verano) el turismo alcanzó la cifra récord (hasta ese momento) por ingresos de cerca de 800 millones de dólares.

Un año después, en 2008, las cifras del turismo volvieron a alcanzar un récord y el gasto de cada turista por día alcanzó los 71 dólares promedio. El año pasado el gasto de los turistas en promedio por día, según el propio Ministerio de Turismo, fue de 104 dólares.  

En pocas palabras, los ingresos del sector turístico han mejorado sustancialmente (con años mejores y peores, pero siempre por encima de lo que ganaban antes del cambio de horario) desde que se aprobó el cambio de horario de verano. Entonces, ¿a dónde va a parar ese aumento del consumo?

Basta ver los precios en los restaurantes de la costa los primeros días de enero para dilucidar a dónde fue a parar gran parte de esos ingresos: a los mismos “empresarios gastronómicos” que lloran para levantar más dinero en verano. Las otras partes de ese aumento de los ingresos son difíciles de rastrear y también de cuantificar. ¿Supermercados? ¿Locales y vendedores en las playas? ¿Los mismos restaurantes pero en horas del almuerzo? Tal vez esté divagando. Pero estoy usando las mismas herramientas de razonamiento que usa la Cámara de Turismo y ahora también el Ministerio.


Decisiones Políticas



La medida de suspender el cambio de hora de verano, propuesta hace años por el senador Pedro Bordaberry, hoy parece encontrar eco en la ministra de Turismo, Liliam Kechichián, y en el presidente Vázquez. Además, a diferencia de lo sucedido en años anteriores cuando Ramón Méndez estaba al frente de la Dirección Nacional de Energía del Ministerio de Industria, las voces de ese ministerio y de la UTE parecen no pesar tanto en el gabinete.

Años nos estuvieron hablando de los millones ahorrados en energía, de la importancia de reducir los impactos negativos en el medio ambiente y de la eficiencia energética en un mundo en el que los recursos naturales son realmente variables año a año, y ahora unos cuantos intereses empresariales tienen más peso.

Europeos, chilenos, australianos, brasileños, estadounidenses, la gran mayoría de los países que tienen aproximadamente las mismas horas de sol que nosotros recurren al cambio de hora en verano. Estamos hablando de los lugares que reciben más turismo a nivel mundial y sacan de este el mayor provecho.

Las excusas que puedan darnos desde el Poder Ejecutivo, si es que se molestan en darlas, no sirven para nada, son contradictorias con el relato construido en los últimos 10 años (a nivel nacional e internacional) y sólo ocultan una clara intención de favorecer a unos pocos en detrimento de muchos.

Cuando en tus dos semanas de licencia tengas que subir de la playa más temprano porque el sol ya se fue, no te enojes, pensá que vas a poder elegir entre dos turnos de un restaurante atestado de gente para comer un chivito y una coca a 700 pesos. Uruguay Natural le dicen.

Actualización:
Las autoridades de UTE explicaron, que, como el ahorro del verano pasado no fue tan grande (casi un millón de dólares), debido a que la mayor parte de la energía se generó en base a energía hidráulica no vale la pena cambiar el horario para asegurar ese ahorro en la próxima temporada.

Al parecer, inteligencia de UTE sabe con certeza que este verano vamos a tener las mismas reservas hidráulicas que en la temporada pasada. Esperemos que no se equivoquen.

sábado, 13 de junio de 2015

¿A qué le tenés miedo?



Hace un tiempo que vengo medio obsesionado con un pensamiento: alguien tiene casa nueva, se muda, se hace una casita afuera, se compra con esfuerzo y años de cuota un apartamento y decide, dada la situación, poner una reja en la ventana. Hasta ahí todo parece razonable. La sensación de inseguridad nos lleva a poner una reja entre el exterior y lo mío para evitar disgustos. Ahora, la pregunta que no me respondo: ¿tiene vuelta atrás esa decisión?

No me imagino a alguien pensando que la situación es lo suficientemente segura nuevamente, por lo que es mejor retirar la reja antes instalada y volver a ver la calle sin rayas de hierro. Le doy vueltas al asunto. ¿Qué tendría que pasar para que alguien tomara esa decisión? ¿Cuánto deberían bajar los índices de criminalidad? ¿Cuánto debería disminuir el espacio de la crónica roja en los medios de comunicación? ¿Cuántos policías debería haber en las calles para sentirnos más seguros? ¿Cuántos vecinos deberían retirar sus rejas para que vos también te animes a hacerlo?

Solo preguntas. Y esa sensación de que una vez que se pone una reja, difícil que algún día se saque.
Todo este asunto, que puede parecer algo liviano (¿no tenés algo más importante que pensar?), tiene sus derivaciones. A mí me puso a buscar a mi alrededor los miedos que acechan a la gente que me rodea.

Miedo a perder el trabajo. Miedo a dejar el trabajo. Miedo a cambiar de trabajo. Miedo a pasar inadvertido o a llamar mucho la atención. Miedo a amar y miedo a no ser amado. Miedo a quedarse solo. Miedo a estar solo. Miedo al compromiso. Miedo al ladrón y miedo al milico. Miedo al hombre. Miedo a la mujer. Miedo a lo diferente. Miedo a que seamos todos igualitos. Miedo a pasar vergüenza. Miedo a ser pobre. Miedo a quedar en la calle. Miedo a no tener plata para comprar cosas para darles a los que quiero más. Miedo a no tener plata para comprar cosas para darme a mí. Miedo a tener un hijo. Miedo a no poder tener uno. Miedo a perderlo. Miedo a la calle. Miedo a la noche. Miedo a la oscuridad. Miedo a subirse al gusano loco. Miedo al mar. Miedo a quedarse electrocutado. Miedo a algún insecto o animal. Miedo al cáncer. Miedo a quedar loco. Miedo al Alzheimer. Miedo a envejecer. Miedo a envejecer mal y hacerme en los pantalones y que alguien me tenga que cuidar. Miedo a la muerte.

Pila de miedos. Y solo algunos. Hay muchísimos más. El miedo sobra. No nos gusta mucho reconocerlo al miedo, pero sobra. Ahora, en mi para nada humilde opinión, la gran mayoría de los miedos son entendibles y al mismo tiempo infundados. O porque nada podemos hacer para evitar a lo que le tenemos miedo o porque le tenemos miedo a algo que solo existe en nuestra cabecita.

Vivir sin miedos. Suena lindo. Un poco tiro al aire, un poco sui generis, pero suena lindo. Es imposible creo. Si no tenés miedo, no estás vivo. El tema es: ¿no será que tenemos mucho miedo? No, no estoy intentando sacarles trabajo a los psicólogos. Pero me da la sensación de que nos estamos contagiando mucho el miedo los unos a los otros, estamos tomando demasiadas precauciones y, peor aun, estamos haciendo que los demás también lo hagan.

El miedo vende, de eso estamos seguros. ¿Y cuándo fue el último día que no te intentaron vender algo en esta vida? Pero de una manera u otra hay que ver cómo rompemos ese circuito. Cada uno a su manera, obvio.

Esto lo escribo, debo confesar, porque en los últimos tres años se me colaron algunos bebés en la vida y, aunque suene contradictorio, me da miedo que crezcan con miedo. Me da miedo que no sepan lo que es caminar por las calles, por lo público, por el mundo de todos. Me da miedo que chupen complejos, que copien miedos, que aprendan mucho más lo seguro de estar encerrados a lo hermoso que es ser libres. Porque son pequeñas esponjas. De eso no hay duda. Y tenemos que tener mucho más cuidado con lo que les ponemos alrededor. Que vivir con miedo apesta, eso lo sabemos. Y quién te dice, tal vez evitando que ellos tengan miedo nosotros nos sacudimos los miedos propios.

sábado, 30 de mayo de 2015

El paro como método


Cada vez que un obrero de la construcción muere en un “accidente” de trabajo, el gremio de la construcción, el SUNCA, para por un día. Cada vez que un trabajador del taxi o del ómnibus sufre un hecho de violencia grave los ómnibus y taxis paran de inmediato.

El año pasado una serie de paros de los funcionarios de registros en reclamo de un aumento salarial paralizó miles de operaciones de compraventa. La semana pasada hubo un paro de la educación en reclamo por el 6% del PBI para la educación, el freno al TISA o cualquier acuerdo que permita la privatización, por un sistema de becas para estudiantes del sector público y la defensa del Hospital de Clínicas como hospital universitario público estatal*.

Diferentes problemas y la misma medida: el paro. ¿Sirve para algo? ¿Es válido? ¿Siempre es válido? Que los trabajadores podemos parar es algo obvio. Hemos conquistado ese derecho hace mucho y es un arma invalorable en la defensa del sector trabajador.

De ahí a que cuestionar un paro sea prácticamente una herejía hay un gran trecho. No todo es tan lineal como parece en los discursos públicos. Definir si un paro es justo no debería ser tan fácil. Los he escuchado en la oficina, en casa y en la vereda: si el paro me afecta más (porque me clavé en la parada de ómnibus, porque quiero vender mi auto y no puedo, porque se alarga un día más la obra que tengo en casa, porque no se qué hacer con el nene cuando no tiene escuela), entonces es más injusto, y si me afecta menos, entonces vaya y pase.

Si a esto le sumamos la manija que se da desde ciertos sectores (recuerdo a Gabriel Pereyra desde la tribuna de El Observador llorando porque la empleada de una colega no sabía qué hacer con sus hijos* un día de paro en 2013 o leo el comunicado de un grupo del Frente Amplio que, apelando al melodrama, se pregunta; “¿Cuántos niños se quedan sin comer hoy?”* ), el debate, sobre lo adecuado o no del paro como herramienta en cada caso, se va desfigurando mucho.

A esto sumémosle un paro como el de la semana pasada, en el que las “razones” para tomar esta “medida de lucha” son tantas como ingredientes en una receta. Algunos nos pueden gustar y otros nos dejan un gusto raro. Esconder una serie de reclamos variopintos detrás del histórico 6% para la educación es al menos un recurso bajo.

¿Qué tan de acuerdo estamos los uruguayos con que se dedique 6% del PBI como mínimo a la educación? No lo sé con exactitud, pero me animo a decir que hay un amplio consenso y que si se tocan los resortes correctos podríamos salir todos a la calle a defender ese piso para la educación de todos.

¿Qué tan de acuerdo estamos con que se frene el TISA? ¿Qué tanto apoyamos un sistema de becas para estudiantes del sector público? ¿Qué tanto nos copa la idea de que el Hospital de Clínicas siga siendo un “hospital universitario público estatal”? La respuesta es fácil: no tenemos ni puta idea.

Los gremios de la educación actúan de maneras diversas y no pueden ser interpelados como una masa uniforme. Sin embargo, en común tienen que desde hace años están fallando sistemáticamente en la comunicación, la convocatoria y la concientización de sus problemas.

La llegada del Frente Amplio al poder en 2005 parece haber debilitado más que fortalecido las demandas de los trabajadores organizados de la educación. Los paros, como el del miércoles, asoman como medidas descolgadas de la realidad. No porque “cuántos-niños-se-quedan-sin-comer-hoy”, sino porque se discute mucho más sobre lo correcto o incorrecto de la medida que sobre los reclamos que la impulsan.

Ahí la falla, lamento decirlo, es toda de los gremios de la educación, que aparecen carentes de ideas y desconectados del resto de la “clase trabajadora”. Un poco de imaginación, a la hora de la lucha, siempre se aprecia.

martes, 5 de mayo de 2015

Salto: crónica de una muerte anunciada


Hubo una vez un departamento que tenía el potencial para ser uno de los más ricos del paisito.


Ese departamento fue históricamente gobernado por el Partido Colorado, como el resto del país, pero en 2005, siguiendo lo que pasaba en Uruguay, optó por el proyecto político encarnado en el Frente Amplio.

En 2010, a contramano del resto, optó por volver al redil del Partido Colorado, que esta vez llevaba como candidato a una figura joven, que se autopromovía como “la nueva opción”, como “la nueva forma de hacer política”. Esta figura era Germán Coutinho, persona vinculada a los medios locales como periodista deportivo, que había creado una fuerza nueva a partir de la derrota de 2005, de riñón bordaberrista, denominada Vamos Salto.

Coutinho era la mano derecha de Pedro Bordaberry, era su caudillo en el norte del país y ya se iba configurando como el heredero natural del líder de Vamos Uruguay.

Y así arrancó su gestión, con el viento en la camiseta de haberle arrebatado Salto al Frente Amplio, presentando ese logro como algo épico. Además, contaba con la complicidad de los medios masivos salteños, amplificando al por mayor sus “virtudes” como político y gestor. Es así que armó un “gobierno multipartidario”, integrado por figuras del Partido Nacional y Partido Independiente, y figuras medias del propio Frente Amplio, éstos sin el más mínimo respaldo partidario; fueron apareciendo encuestas que lo mostraban con 75% de aprobación, “premios” que nombraban a la Intendencia de Salto como la mejor del país. Y fue tal el viento en la camiseta que agarró viaje como acompañante de Bordaberry en la fórmula colorada a la Presidencia de la República para las elecciones de octubre de 2014, más allá de las denuncias realizadas por la oposición frenteamplista sobre graves irregularidades en el manejo financiero y laboral de la intendencia, además de la carencia total de políticas de juventud, cultura, vivienda (la única política de vivienda fue repartir cortes de rancho), clientelismo político a ultranza, la “compra” de periodistas para que hablaran loas de su gobierno, persecución política a los funcionarios municipales, entre muchas otras cosas.

Más allá de todo esto, “el líder” (tal como lo denominan en filas de Vamos Salto) se embarcó en una aventura que tuvo un final trágico, con la peor votación del Partido Colorado en la historia después de la debacle de 2004 y con graves consecuencias para la interna del partido, además de observar su contrapartida en el propio departamento de origen de Coutinho, cuando se empezaron a atrasar los pagos de los sueldos y cuando empezó a verse que las cuotas de los préstamos del Banco República y de las cooperativas sociales no eran depositadas donde correspondían, que la maquinaria no tenía ni siquiera repuestos, que existían atrasos de varios meses con los proveedores, que los publicitados ómnibus nuevos no tenían mantenimiento por falta de pago, sumiendo a su principal bandera, el boleto a 6 pesos, en el centro de la polémica.

Y así se fueron sucediendo los meses, con graves problemas internos en Vamos Salto, con la profundización de los problemas en la administración municipal, pero con las encuestadoras posicionando a Coutinho con grandes posibilidades de retener el sillón municipal.

Estábamos en todo esto cuando arrancó la campaña hacia las elecciones departamentales, y Germán volvió a hacer gala de su demagogia: ahora promete 5.000 terrenos con todos los servicios, solucionar definitivamente el problema de pozos en 100 días (cuando Salto parece un paisaje lunar) y bajar el boleto a 5 pesos. Mientras que proclamaba estas promesas, empezó mayo, y en mayo no se le pagó el sueldo al 50% de los funcionarios, no se pagaron las pensiones ni las retenciones judiciales a los niños y no se pagaron los premios a los artistas de Carnaval, sumándose esto a los distintos atrasos con diferentes entidades bancarias y financieras. En medio de todo esto, el director de Hacienda municipal presentó su renuncia a la Intendencia de Salto, debido a diferencias con Coutinho respecto de la forma de pago de los sueldos.

Es así como se llega al 10 de mayo, con una intendencia en plena descomposición, con Vamos Salto en pleno proceso de retirada con todo lo que eso implica (en la edición de Búsqueda de la semana pasada salieron pruebas de la persecución política a funcionarios municipales).

¿Y la oposición? El Frente Amplio es el principal contendiente, con grandes chances de recuperar la intendencia. Se supo reacomodar y mostrar unidad hacia las elecciones de octubre, logrando en Salto una de las mayores votaciones del país, después de mostrar muchas contradicciones internas, principalmente entre el ala Fonticiellista y el sector de Andrés Lima. Después de las elecciones nacionales, emerge con tres candidatos, los propios Fonticiella y Lima, y el doctor Ramón Soto, proveniente del Movimiento de Participación Popular, que viene con gran impulso debido a la muy buena elección del año pasado, en la que su candidata a diputada, la profesora Manuela Mutti, logró la segunda banca departamental para el Frente. Más allá de la unidad partidaria, hay diferencias políticas e ideológicas importantes entre los candidatos, y más allá de que se puede vislumbrar al doctor Lima como favorito, aún no se tiene claro quién va a ser el triunfador de la interna.

El Partido Nacional pretende resurgir después de la debacle de 2010 y de haber aparecido como el principal socio de Coutinho en el gobierno departamental, mostrándose como algo diferente a Vamos Salto y, principalmente, apoyándose en el significado que tiene el apellido de la candidata, Lucía Minutti, en el inconsciente colectivo salteño (su tío y su padre fueron intendentes, y se los relaciona con una buena administración).

El Partido Independiente y Unidad Popular presentan candidaturas puramente testimoniales, y hay que tener en cuenta que una de las candidatas del primero, Marisel Calfani, sigue siendo una de las directoras de la intendencia.

De esta forma, llegamos al 10 de mayo. Mientras tanto, Coutinho, hasta el último momento, va a seguir vendiendo espejitos de colores.

Yamandú Olivera
Artículo de Obtuso