A esta altura del año las cosas ya han perdido el orden, los proyectos han extraviado algunos objetivos en el camino, las fronteras se tornan borrosas y cualquiera podría arriesgar que la ciudad es un caos.
Tenemos a un hombre encerrado en el país que se está dejando
morir. Tenemos a otros hombres encerrados tras las rejas que también se están
quitando la vida a un ritmo aterrador. Mucho más aterrador que la última
película de miedo. Tenemos ciclones que lo revuelven todo y hasta algún tornado
en la mochila. Tenemos idas y vueltas en un parlamento que parece pasarse la
pelota de la cámara alta a la baja y a la de televisión. Todo lo que parecía
novedoso en marzo ya nos tiene podridos. Tenemos paros parciales y descontentos
generales. Tenemos muchos dedos apuntando a los otros, nunca a nosotros mismos.
Tenemos frío en los huesos y en la macroeconomía. Tenemos un Mercosur que da
lástima y un vecino golpeador. Seguimos
teniendo locos en las calles, algunos duermen ahí y otros sólo están buscando
pokemones. Tenemos la histeria vacía del que hace sin pensar. Estamos hartos de
los plátanos volando y los termómetros siempre debajo de los 20 grados.
Pero la primavera está ahí. Salvo alguno de nosotros que
tire la toalla en estas horas, el resto llegaremos al calor del sol una vez
más, como náufragos que una vez al año llegan a tierra firme en una playa del
este. A la vuelta de la esquina nos esperan los colores de la diversidad, de las
fiestas de fin de año y luego del carnaval. Ya podemos guardarnos la amargura en el bolsillo
hasta el año que viene. De un instante a otro podremos sacarnos los kilos de abrigo
para salir a ganar la calle mostrando la
piel sin pudor, envalentonados por nuestra siempre discreta alegría.
Es hora de empezar a solucionar el caos que hemos generado durante los últimos meses mientras señalábamos con el dedo al
gobierno, al sistema político y a todo lo que no sea nosotros mismos. Tenemos
que empezar a juntar nuestra propia mierda y dejar de repartir bocinazos,
insultos y críticas por las calles y las redes.
Tal vez guardar silencio sea una buena idea. Aprovechar la
primera oportunidad que nos dé el sol para tirarnos bajo sus rayos, de manga
corta, solos o bien acompañados. Relajarnos al máximo antes de confiarnos al
piloto automático que nos llevará hasta el próximo marzo. Parece que, como dice
una amiga, estamos mal barajados. Habrá que tirar el mazo bien al carajo y
probar suerte con los dados. Y sonreírnos
mucho más.