Algunos medios conservadores europeos
hablan del desembarco del socialismo del siglo XXI predicado por Hugo
Chávez en Europa.
Parece un poco mucho. Lo más probable es que, como aquí mismo en Uruguay lo supieron hacer los partidos tradicionales, esos medios estén “asustando” con el cuco del chavismo. Es que los partidos tradicionales europeos, al igual que hace más de diez años le sucedió a los partidos poderosos de América Latina, no saben mucho qué hacer.
Aquí podemos estar pasándola bien, o
mejor que antes, en cierto estado de bienestar. Pero allí, en
Europa, están en crisis desde hace ya demasiados años. Y las
crisis, siempre hacen temblar gobiernos. Primero fueron algunos
socialdemócratas. Zapatero perdiendo el poder en España, Gordon
Brown en Reino Unido, Prodi en Italia y muchos otros. Llegó la
derecha a proponer los ajustes impuestos por una Alemania que mueve y
domina a la Unión Europea. Con Sarkozy, en Francia, con Rajoy en la
Madre Patria, con una gama de fracasos en Italia que fueron desde el
siempre terrible Silvio Berlusconi hasta un grupo de tecnócratas
bien duro que poco pudo hacer para sacar al país con forma de bota
de la crisis.
Los europeos han probado de todo y en
esas pruebas se fueron dando cuenta de que la izquierda vestida de
socialdemocracia que hace tantos años se turna en el poder ya no
tiene casi nada de izquierda. La prueba más gráfica puede ser la
modificación del discurso del autodenominado socialista y presidente
de Francia, François Hollande, que llegó al gobierno para plantarle cara a la alemana Merkel y que al día de hoy es casi una
marioneta del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (Berlín), con una
política intervencionista, militarista y, además, llena de ajustes.
Ante la falta de alternativas y el baño
de realidad que siempre viene de regalo con una crisis, los europeos
(principalmente los que viven en los países del sur pobre del
continente) salen a buscar nuevas alternativas. Las hay de derecha y
de izquierda.
En la derecha crecen las soluciones
más extremas, los partidos que miran con cariño al nazismo (sí,
parece que algunos no aprendieron nada, a pesar de tener la Segunda
Guerra Mundial en casa) y con odio a la inmigración. En Francia, el Frente Nacional fue el partido más votado en las últimas euroelecciones. El inglés UKIP multiplicó sus fuerzas en las últimas
elecciones locales y, en Grecia, Amanecer Dorado se situó, el
domingo, como la tercera fuerza política del país.
Pero no todo es tan terrible. Hay
europeos asustados que votan a la ultraderecha, pero también los
hay más lúcidos, que miran hacia otros lados en busca de
soluciones. Y allí es donde América Latina tiene un rol muy
importante que jugar.
Grecia y España, dos de las naciones
más afectadas por la crisis económica, política y social, vieron
surgir y crecer a agrupaciones que le han prestado buena atención a
lo que en nuestro barrio sucedió en los comienzos de este siglo.
Saben de las nefastas recetas del FMI y de la fractura social que
puede conllevar aplicarlas. Saben también de Hugo Chávez, Lula da
Silva y un giro a la izquierda (una izquierda más real, menos lavada
que la europea) que hizo que el continente dejara atrás la crisis con
procesos en mayor o menor medida inclusivos.
El domingo Grecia dio el primer paso.
No solo el partido de izquierda Syriza ganó las elecciones que
conforman Parlamento y eligen primer ministro sino que casi alcanza
la mayoría absoluta; esto es, un fuerte apoyo popular, que como ya
nos ha enseñado América Latina, es indispensable para que las
soluciones lleguen.
Este mismo año, con un poco de suerte,
una nueva agrupación romperá con el binomio PP-PSOE en España.
Se trata de Podemos, un experimento y también una forma de hacer
política diferente, con líderes jóvenes y propuestas que llaman
la atención.
Tanto en Grecia como en España el
factor común parece ser el mismo: no más recortes. La austeridad
que piden los organismos multilaterales solo les sirve a los mismos
pocos de siempre.
Allí en Europa, el euro, y la
integración regional lo hacen todo un tanto más difícil. Escaparse
de Alemania sin quedar flotando a la deriva parece una misión casi
imposible, pero si se baja la cabeza, las próximas en probar suerte
pueden ser las opciones más radicales de la derecha. Grecia será en este caso, la punta de lanza que puede significar (o no) un verdadero cambio en el sistema político del viejo continente.