De repente llega Tabaré Vázquez, da un discurso sin mucho contenido pero en apariencia
con mucha pasión. La gente, toda frenteamplista, aplaude, se emociona. Las
cámaras de televisión se encienden. Por momentos da la impresión que estamos
ante el viejo joven Vázquez. Incluso habla de los jóvenes frenteamplistas, como si estuviera bien cerca de ellos,
como si los tuviera siempre muy en cuenta, como si fuera el representante por
excelencia de ese grupo siempre nutrido dentro del Frente Amplio. Vázquez se
baja del estrado, las vecinas se acercan a fotografiarse pero sobre todo a
abrazarlo, a sentirlo cerca. Al día siguiente llenará espacios de radios,
diarios e informativos de televisión con frases que no vale la pena analizar
mucho, como que “se terminó el recreo y ahora no paramos hasta octubre” o que “el
Frente Amplio va a continuar en el gobierno nacional (porque) el pueblo
uruguayo es inteligente”.